Miguelito cae en desgracia: inmovilizan seis propiedades al que fue el hombre más poderoso (no electo) de Guatemala

Decían que Alejandro Giammattei, presidente de Guatemala de 2020 a 2024, estaba dispuesto a ceder ante cualquier capricho de Miguel Martínez sin siquiera preguntar algo. Pero ahora, Miguelito, como le dicen, ha perdido influencias y hasta lo embargan.

Miguel Martínez, Miguelito, pareja del expresidente Alejandro Giammattei, a quien le inmovilizaron 6 propiedades que habrían sido adquiridas con dinero de origen dudoso.

Alguna vez lo llamaron “el hombre más poderoso de Guatemala” —más que ministros, más que el vicepresidente, más incluso que el propio presidente—. Miguel Martínez, Miguelito, el director del extinto Centro de Gobierno y pareja sentimental del expresidente Alejandro Giammattei, parecía intocable. Hoy, seis propiedades vinculadas a su nombre han sido inmovilizadas por orden judicial, en lo que parece ser el primer gran desmoronamiento del castillo de poder que construyó sin cargo de elección, pero con una influencia desbordante.

Las propiedades, ubicadas en los departamentos de Guatemala y Sacatepéquez, están valoradas en alrededor de 10 millones de quetzales, poco más de $1.3 millones. Según la Fiscalía de Extinción de Dominio, se sospecha que estos bienes fueron adquiridos con fondos de origen dudoso, muy posiblemente ligados a los esquemas de corrupción en los que Martínez habría participado con entusiasmo durante el mandato de Giammattei (2020–2024).

Este revés no es el único golpe reciente para Miguelito. En diciembre de 2023, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos lo sancionó bajo la Ley Global Magnitsky, acusándolo de haber protagonizado esquemas de sobornos a gran escala, particularmente relacionados con contratos gubernamentales. En otras palabras, Miguelito no solo repartía poder: también —según EEUU— repartía y recibía comisiones.

Alejandro Giammattei, expresidente de Guatemala, y Miguel Martínez, su pareja (imagen tomada de redes sociales).

Pero no fue sancionado sin estilo. El Tesoro estadounidense describió su conducta como un ejemplo del “impacto corrosivo de la corrupción” y acusó a Martínez de usar su posición privilegiada para enriquecerse “a expensas del pueblo guatemalteco”. Nada mal para quien dirigió una oficina (el famoso Centro de Gobierno) que fue disuelta en silencio a menos de un año de haber sido creada. Eso sí, luego de que la presión pública y política revelara que era poco más que una tapadera para el poder informal de Miguelito.

Por supuesto, el propio Martínez reaccionó a las sanciones de Estados Unidos con la altivez que lo caracteriza. Desde sus redes sociales, aseguró que “no lo intimidarán”, como si las restricciones bancarias globales, la revocación de visas y la amenaza de captura internacional fueran poco más que un inconveniente menor. Al parecer, el exfuncionario aún no comprendí que la tarjeta negra del poder no es recargable.

La inmovilización de sus bienes se suma a una creciente ola de rechazo ciudadano. Hace unas semanas, Martínez y varios de sus familiares fueron abucheados y atacados con piedras al salir de una iglesia en Antigua Guatemala, señal evidente de que la paciencia popular también ha alcanzado su límite.

A sus 34 años, el otrora súper asesor de Giammattei enfrenta un escenario que parece sacado de un drama político: no puede ingresar a Estados Unidos, tiene sus bienes bajo vigilancia, sus cuentas amenazadas y, según la ley Magnitsky, podría ser detenido en cualquier país dispuesto a colaborar con Washington.

De Miguelito queda el recuerdo de un poder sin cargo, de decisiones tomadas a puerta cerrada, de ministros obedientes y de un Estado que giró por años alrededor de su figura. Hoy, lo único que gira es la justicia —lentamente, pero con precisión— y apunta a quienes alguna vez creyeron que el poder era eterno.

 

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