La OIM advierte que detrás de cada número de migración irregular hay personas que se ven forzadas a dejar sus países por violencia, pobreza extrema o falta de oportunidades, con la esperanza de encontrar seguridad y un futuro mejor. Sin vías regulares accesibles, muchos terminan recurriendo a rutas informales que los exponen a violencia, explotación y trata de personas.
A diferencia de los movimientos regulares, que se registran en aeropuertos o puestos fronterizos, la migración irregular ocurre fuera de los controles oficiales. Para evitar ser detectados, muchos migrantes atraviesan pasos clandestinos, viajan de noche y rehúyen cualquier contacto institucional, lo que complica aún más la recolección de datos.
Las cifras disponibles sobre migración irregular son siempre parciales y fragmentadas. Se construyen a partir de reportes oficiales, encuestas, testimonios y metodologías como la Matriz de Seguimiento de Desplazamientos (DTM) de la OIM, que permite recopilar información sobre movimientos y necesidades de personas en tránsito.
Con operaciones en más de 80 países, la DTM se ha convertido en una herramienta clave para transformar datos en respuestas concretas.
Entre los principales retos para medir la migración irregular están la amplitud y porosidad de las fronteras, el uso de pasos no autorizados y la superposición de flujos: desde quienes migran en busca de un futuro hasta quienes cruzan la frontera a diario por trabajo, estudio o vínculos familiares. Estas dinámicas hacen difícil distinguir entre movilidad cotidiana y migración irregular.
Otro obstáculo es la falta de recursos técnicos y financieros de varios Estados de la región para monitorear de manera integral sus fronteras o implementar sistemas modernos de registro. A esto se suma la disparidad en la definición de “migración irregular”: mientras algunos países incluyen solo a quienes ingresan sin documentos, otros consideran también a quienes permanecen más tiempo del permitido.
La OIM enfatiza que la migración irregular no solo plantea un desafío estadístico, sino humano. En una región marcada por flujos diversos y cambiantes, mejorar la calidad de los datos no es un fin en sí mismo, sino una herramienta esencial para proteger derechos, diseñar políticas públicas y ofrecer una visión realista de la movilidad. Porque, como recuerda el organismo, detrás de cada cifra hay una historia.