El Comité Asesor sobre Prácticas de Inmunización de Estados Unidos (ACIP) aprobó la modificación con ocho votos a favor y tres en contra, dejando atrás tres décadas de vacunación universal al nacer.
Desde ahora, solo se aplicará automáticamente la primera dosis de la vacuna contra la hepatitis B a los bebés cuyas madres sean portadoras del virus; en el resto de los casos, la decisión quedará en manos de los padres y su médico.
La medida fue impulsada por el comité reorganizado por Robert F. Kennedy Jr., nombrado secretario de Salud este año, quien despidió previamente a los 17 miembros anteriores. El cambio fue respaldado por el presidente Donald Trump.
La Academia Americana de Pediatría criticó la decisión y advirtió que podría aumentar el riesgo de contagios, especialmente entre niños que podrían infectarse sin síntomas durante los primeros años de vida.

Tres miembros del ACIP votaron en contra y expresaron alarma. El Dr. Cody Meissner afirmó que “se está causando daño al cambiar esta redacción”, mientras que el Dr. Joseph Hibbeln advirtió que la nueva política “tiene un gran potencial para causar daño”.
Los CDC señalaron que ahora revisarán el calendario general de vacunación, aunque especialistas consideran que este cambio podría impactar las estrategias de prevención en otros países que siguen de cerca las recomendaciones de EE. UU.
A nivel global, la hepatitis B continúa siendo un problema de salud: la OMS estima que 254 millones de personas viven con infección crónica y que cada año se registran cerca de 1,2 millones de nuevos casos. En América Latina, donde la vacunación neonatal es una herramienta clave, gobiernos y organizaciones seguirán de cerca el efecto de esta nueva postura estadounidense.
Mientras continúa la controversia, expertos recuerdan que la vacunación temprana es la forma más efectiva de prevenir una infección que puede evolucionar hacia cirrosis, cáncer hepático y muerte prematura.







