Miles de refugiados y solicitantes de asilo nicaragüenses en Costa Rica enfrentan una creciente incertidumbre tras la reducción del 41 % del presupuesto del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), lo que ha obligado a suspender programas clave de apoyo.
Entre los afectados se encuentra Lillian, una madre de cuatro hijos que huyó hace seis años junto a su esposo desde Nicaragua, tras el estallido de la represión estatal contra protestas ciudadanas. “Dos personas fueron disparadas cerca de nosotros mientras huíamos de nuestra casa”, recuerda. Hoy, residen en una precaria vivienda en Cartago, al sureste de San José.
Costa Rica, con una población de apenas 5.1 millones de habitantes, ha recibido a más de 194,000 solicitantes de asilo y a 9,216 refugiados nicaragüenses reconocidos, concentrando más de la mitad del total de desplazados de esa nacionalidad a nivel mundial.
La familia de Lillian logró acceder a ayuda del ACNUR a finales de 2024. Durante cuatro meses recibieron asistencia económica y orientación legal. Este respaldo fue clave para cubrir necesidades básicas como el alquiler, alimentación y educación de sus hijos. “No fue solo el dinero, fue cómo nos trataron. Me sentí vista y escuchada”, contó.
Sin embargo, en 2025, el recorte presupuestario obligó al cierre de cinco organizaciones socias del ACNUR en Costa Rica, y miles de refugiados perdieron acceso a servicios legales, capacitación laboral y atención psicológica. La suspensión de esta ayuda impacta con mayor fuerza en zonas remotas y de alto riesgo.
Con gastos mensuales que superan los $400, la familia de Lillian enfrenta nuevamente la angustia de la incertidumbre.
“Mi hijo de 11 años quiere ser profesional. Nació en Nicaragua, pero creció aquí. Él no quiere volver, y yo tampoco. Aquí, habíamos aprendido a vivir sin miedo”, afirmó.
A pesar de los esfuerzos del gobierno costarricense por responder con dignidad a la emergencia migratoria, la falta de recursos limita su alcance.
“A medida que aumentan las necesidades, los recursos están disminuyendo y eso tiene un impacto humano devastador”, advirtió Andrés Celis, representante del ACNUR en Costa Rica.
Lillian sueña con tener un terreno propio donde construir una casa definitiva para su familia. Mientras tanto, se sostiene con la ayuda de su comunidad, consciente de que no todos corren con la misma suerte.
“No todo el mundo tiene vecinos como el mío o alguien que los guíe. Es por eso que estoy hablando. Al igual que recibí apoyo, otros merecen la misma oportunidad”, dijo.