Los dos principales aspirantes a la presidencia de Guatemala hablan con firmeza de combatir la corrupción, pero ninguno está de acuerdo en revivir la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), aquel grupo investigativo que puso a temblar a muchos políticos y a algunos empresarios con sus indagaciones.
Sandra Torres, de la UNE, y Edmond Mulet, de Cabal, los candidatos que ocupan las casillas 1 y 2, respectivamente, en las intenciones de voto para el 25 de junio, según las encuestas, prefieren combatir a los corruptos a su manera y no con la ayuda del equipo que se montó en 2007 con el apoyo de las Naciones Unidas.
Torres, exprimera dama de la nación y por tercera vez candidata a la presidencia, dijo recientemente que la CICIG politizó la justicia e inclinó la balanza a conveniencias de algunos. Por lo tanto, no la montaría si gana las presidenciales.
Mulet, un diplomático y exfuncionario del país, sostiene que lo pasado es pasado y que la Comisión debe quedarse ahí. Aunque aclara que, de ganar las presidenciales, combatirá la corrupción y que será “determinante” en esa lucha.
Pero está claro que los 2 candidatos, quienes podrían pelear el Ejecutivo en una segunda vuelta electoral en agosto (por el momento a ninguno le dan los números para ganar en primera), no son hinchas de una comisión como la que ya tuvo Guatemala y que sacudió el tapete del país.
La corrupción en Guatemala, como en términos generales en Centroamérica, ha sido una especie de cáncer que ha carcomido mucha base social, que ha atacado por medio de múltiples personajes, principalmente políticos, que le ha apagado los ánimos a los ciudadanos, pero terminó siendo .como el dolor de muelas al que después de tanto tiempo nos acostumbramos.
De hecho, los actos de corrupción han llevado a políticos y hasta mandatarios al patíbulo, en la historia reciente de Guatemala. El caso más emblemático, el de Otto Pérez Molina, el duro general retirado quien siendo presidente se vio obligado a renunciar tras ser desaforado porque había suficientes pruebas de que era la cabeza de “La Línea”, un caso millonario de defraudación al Estado. Su vicepresidenta, Roxana Baldetti, también está encarcelada. Ambos fueron condenados a 16 años de cárcel por casos de corrupción investigados por la CICIG.

Pero no fue el único hit de la comisión. Desde su creación, en 2007, ayudó a destapar otros sonados casos de corrupción, como el Pavón-Parlacen, Alfonso Portillo (expresidente), Rosemberg, el asesinato de Facundo Cabral, limpieza del lago Amatitlán y cooptación del Estado, entre otros.
Cada vez que la comisión pegaba, lo hacía fuerte y la estructura política se estremecía.
Los ciudadanos llegaron a aplaudir al grupo investigador. Pero el gobierno guatemalteco le puso freno y no lo renovó. Quedó, gracias a un presidente, para la historia.
Los personajes de la CICIG
A pesar de que el Ministerio Público con el apoyo directo de la CICIG logró acusar a 1,500 personas, procesar a 660 y haber conseguido 400 condenas en 12 años, para el entonces presidente Jimmy Morales los números no contaron.

En 2019 cumplió lo que en una carta a las Naciones Unidas le había dicho un año antes, que no renovaría el funcionamiento de la comisión.
La CICIG fue dirigida por el fiscal español Carlos Castresena Fernández (septiembre 2007- julio 2010), el fiscal costarricense Francisco Dall’Anese Ruiz (agosto 2010 – agosto 2013) y el fiscal colombiano y actual ministro de la Defensa de su país, Iván Velásquez Gómez (septiembre 2013 – septiembre 2019).
“Creo que mis principales logros tienen que ver con haber generado una conciencia ciudadana. Que la lucha contra la corrupción sí era posible, que sí se puede adelantar investigaciones serias y profundas independientemente de quien sea la persona a la que se esté investigando, cuál sea su poder político o económico o su prestancia en la sociedad”, afirmó en su momento Velásquez Gómez, al ser preguntado sobre qué dejaba la CICIG bajo su administración.

Los objetivos del equipo, que fueron en esencia desmantelar estructuras enquistadas en el Estado, fueron cumplidos. Pero el balance positivo de nada sirvió.
La corrupción a la chapina sigue y los políticos continuarán prometiendo que lucharán contra ella al llegar al poder, pero en los planes de quienes tienen posibilidades de conseguirlo ni está ni estará. La lucha la harán a su manera. Y tendremos que esperar si lo prometido es verdad.