El obispo nicaragüense exiliado, monseñor Silvio Báez, ofreció una homilía en la que propuso una brújula espiritual para los tiempos difíciles que atraviesa Nicaragua. Desde su exilio, el prelado recordó que “esperar no es pasividad, sino fidelidad, resistencia y compromiso”, e invitó a los fieles a mantener una fe activa que denuncie la injusticia.
Su mensaje, inspirado en el profeta Habacuc, trascendió lo religioso para convertirse en una denuncia moral contra la represión y el silencio. Báez evocó las palabras del profeta para recordar que el creyente no puede permanecer indiferente ante los tiranos ni resignarse a la violencia.
“El profeta Habacuc nos enseña que no podemos ser indiferentes ante los tiranos que imponen su voluntad con la fuerza de la represión y la violencia, y que no debemos resignarnos a que los malvados nos amedrenten con sus discursos cínicos”, expresó Báez, desde la iglesia Santa Agata en Miami, ciudad donde está exiliado desde 2019.
Durante su homilía, Báez exhortó a los creyentes a no normalizar la injusticia ni el dolor colectivo.
“No nos acostumbremos a la opresión del pueblo y al sufrimiento de las víctimas. Luchemos con esperanza, sin cansarnos nunca, sin caer en el pesimismo. Dios nos asegura el triunfo del bien y de la justicia”, afirmó.
El obispo insistió en que la fe auténtica exige acción y valentía: “La fe no nos conduce a desentendernos y dejar todo en manos de Dios, sino que nos da la valentía para denunciar el mal y no resignarnos jamás a la injusticia”, subrayó.
Báez recordó que llegará el momento en que “queden silenciadas las lenguas cínicas y las armas criminales de los tiranos arrogantes”, porque la justicia divina no falla, aunque parezca tardar.
Monseñor Báez señaló que la oración no debe ser una forma de evasión, sino un acto de resistencia espiritual.
“En los momentos más oscuros y dolorosos, debemos aprender a gritar a Dios desde las contradicciones y los conflictos de la vida. Orar es también luchar con Dios en la noche de su aparente ausencia y gritar ante Él, protestando y rompiendo su silencio”, manifestó.
El obispo explicó que en el dolor colectivo también hay comunidad y fe compartida: la oración se convierte en un grito por justicia cuando el Estado y las autoridades se ausentan.
Monseñor Báez concluyó su homilía con un mensaje de esperanza y justicia: “La promesa de Dios es segura. El mal no reinará eternamente y los opresores serán juzgados.”







