En un giro que raya en el cinismo político, la dictadura nicaragüense —acusada de fraude sistemático desde 2007, de eliminar la competencia electoral en 2021 y de gobernar sin oposición ni transparencia— condenó con vehemencia el supuesto “fraude” en las elecciones ecuatorianas, en una carta firmada por Daniel Ortega y Rosario Murillo, dictadores nicaragüenses.
“El pueblo ecuatoriano triunfó en las elecciones presidenciales, y sus votos fueron secuestrados por el fascismo”, afirmaron Ortega y Murillo, señalando sin pruebas que la candidata Luisa González, del correísmo, fue víctima de un robo electoral, de la mano de un gobierno “servil, fascista y entreguista”.
No deja de ser curioso —o trágicamente irónico— que esta acusación venga de la misma pareja presidencial que en 2021 eliminó a todos los partidos de oposición real, que además encarceló y luego desterró a los siete aspirantes presidenciales opositores en 2021 e ilegalizó la observación electoral independiente y convirtió al Consejo Supremo Electoral en una oficina subordinada al FSLN en 2024.
Aun así, el texto, lleno de hipérboles y pasajes poéticos que bordean el delirio, acusa a Ecuador de usar “maniobras pueriles”, “campañas denigrantes” y un “estado de excepción” para supuestamente ocultar la “victoria” de González.
Ortega y Murillo, que no permiten elecciones libres ni separación de poderes desde hace casi dos décadas, calificaron al gobierno ecuatoriano de “fascista”, “bochornoso” e “ilegítimo”.
En tono de cruzada continental, la carta concluye con un respaldo total a la “Revolución Ciudadana”, asegurando que “la Patria vencerá”, como si se tratara de una gesta antiimperialista y no de un intento de desviar la atención internacional del propio desastre democrático y de derechos humanos en Nicaragua desde abril de 2018.