La muerte del papa Francisco marcó el inicio de un nuevo proceso en el Vaticano: la elección de su sucesor, que será definido en el cónclave, una tradición que se remonta al siglo XIII.
El cónclave, cuyo nombre proviene del latín cum clave (con llave), es una ceremonia que se realiza a puerta cerrada en la Capilla Sixtina, en el Vaticano, y que reunirá esta vez a 133 cardenales electores menores de 80 años. De los 252 miembros que conforman el Colegio Cardenalicio, solo ellos están habilitados para votar.
Esta será la elección papal más diversa en la historia de la Iglesia católica, con participantes de más de 70 países. El papa Francisco, quien fue elegido en 2013, nombró cerca del 80 % de los cardenales con derecho a voto.
Antes del inicio del cónclave, los cardenales ya sostuvieron reuniones llamadas “congregaciones generales” para discutir los desafíos actuales de la Iglesia. Estas reuniones les permiten a los cardenales de regiones lejanas se conozcan entre sí. Aunque siglos atrás se rumoraba que existía compra de votos, actualmente se considera inapropiado que un cardenal haga campaña personal. El delito de simonía —comprar votos con favores o dinero— está prohibido por el derecho canónico.
Al inicio del cónclave, los cardenales entrarán en procesión a la Capilla Sixtina, donde se inhabilitarán todos los dispositivos electrónicos para evitar filtraciones. Allí cantarán en latín el himno Veni Creator Spiritus y jurarán guardar secreto sobre el proceso.
Luego de pronunciar el “Extra omnes” (Todos fuera), se cerrarán las puertas y comenzará oficialmente la elección. El cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado del Vaticano, presidirá el proceso debido a que el actual decano del Colegio Cardenalicio, Giovanni Battista Re, supera los 80 años.
Una vez reunidos, se seleccionan nueve cardenales al azar para gestionar la elección. Tres de ellos contarán los votos y leerán en voz alta cada papeleta, tras que cada cardenal deposita su elección en una urna especial.
Para que haya nuevo papa, se requiere una mayoría de dos tercios. Si no se alcanza en la primera votación, las papeletas se queman y del techo de la Capilla Sixtina saldrá humo negro, indicando que no hay decisión. El humo blanco anunciará finalmente la elección de un nuevo líder.
Si tras 13 días no hay consenso, se realiza una jornada de oración. Posteriormente, los cardenales deberán elegir entre los dos candidatos más votados, pero siempre respetando la regla de los dos tercios.
El elegido será llevado a la llamada “Sala de las Lágrimas”, donde se viste con el atuendo papal y puede meditar por unos minutos. Después de aceptar formalmente su elección y elegir un nombre —una decisión que suele reflejar la línea que seguirá su pontificado—, será anunciado al mundo desde el balcón de la Basílica de San Pedro, donde también dará su primera bendición.