En la noche del 15 de julio de 2025, en el Gillette Stadium de Massachusetts, Estados Unidos, bajo un cielo que parecía flotar entre la música y la brisa de verano, sucedió un episodio que los más crédulos atribuirían al azar y los menos ingenuos al destino. El concierto de Coldplay había llegado a uno de esos momentos en que la luz baja, las guitarras se suavizan y la llamada “kiss cam” comienza a buscar entre el público a 2 almas unidas por el afecto… o por algo más.
Nadie imaginaba que esa cámara inocente, proyectada sobre las gigantescas pantallas del estadio, no iba a captar un beso, sino el principio de una historia de escándalo y murmullos. Cuando las lentes de la cámara enfocaron a Andy Byron, CEO de Astronomer, y a Kristin Cabot, jefa de recursos humanos de la misma compañía, no fue un beso lo que detuvo el tiempo. Fue su reacción.
Quienes estaban cerca narran que él, un hombre de gesto firme y cabello impecable, y ella, rubia de sonrisa controlada, bailaban con cierta confianza, con un abrazo que ya había llamado la atención antes de aparecer en la pantalla. Pero al verse expuestos ante miles de ojos, fue como si una tormenta silenciosa los hubiera alcanzado: las manos se separaron de inmediato, las miradas huyeron hacia el suelo, y el color se les escapó de la cara como quien ve venir una catástrofe.
Coldplay accidentally exposed an alleged affair between Astronomer CEO Andy Byron and his colleague Kristin Cabot at one of their recent concerts. pic.twitter.com/hsJHV2u5UM
— Pop Base (@PopBase) July 17, 2025
Desde el escenario, Chris Martin, el cantante de Coldplay, rompió el silencio con una frase que ya es parte de esta historia: “Vean a estos dos, ¡ok!, ¿están bien?, ¡uh-oh!, ¿qué?, o están teniendo una aventura o son muy tímidos”. Nadie sabía en ese momento que era la primera opción.
Horas después, los nombres de ambos comenzaron a circular por redes sociales y noticieros digitales. Los más curiosos identificaron a Andy Byron, presidente de Astronomer, una empresa que orquesta y observa datos para gigantes de la industria tecnológica. Un hombre casado, con residencia en Nueva York y una carrera que había transitado por firmas de renombre en Silicon Valley. A su lado, Kristin Cabot, su compañera de trabajo, no su esposa.
Las imágenes se hicieron virales en cuestión de minutos: 2 ejecutivos bailando, un abrazo, la cámara delatora, y el giro de novela. La escena se repitió una y otra vez en redes como si de un episodio de realismo mágico se tratara, donde lo improbable ocurre bajo las luces de un estadio, entre música y palabras suspendidas en el aire.
Astronomer, la firma que ambos representan, se define como la plataforma que libera el valor de la inteligencia artificial. Sin embargo, ninguna tecnología pudo evitar que la más humana de las indiscreciones se hiciera pública. En su página web, Byron aparece como líder visionario, pero desde la noche del concierto, su rostro se asocia a algo más que datos y algoritmos: el beso que nunca fue, y la infidelidad que se intuye.
Como en las novelas, el escándalo no tiene prisa, pero tampoco olvido. Las oficinas de Astronomer no han emitido comunicado oficial. El propio Byron, que alguna vez fue director ejecutivo de Fuze y alto cargo en empresas como Cybereason y BMC Software, guarda silencio. Kristin Cabot tampoco se ha pronunciado.
Entre los asistentes al concierto, algunos juran que después del incidente ambos abandonaron el estadio, uno detrás del otro, sin cruzar palabra, como si quisieran borrar la noche y su recuerdo. Otros, más dados a la leyenda, aseguran que ese beso que no fue capturado terminó en algún lugar lejos de las cámaras, bajo la luna de Massachusetts, donde solo ellos y el destino conocen el final de la historia.
Porque, al final, el amor, la música y el escándalo son cosas que en Centroamérica, en Nueva York o donde sea, siempre terminan por salir a la luz.