La banda que robó el museo Louvre, en París, Francia, llegó en un camión equipado con una escalera extendible. Estcionó en la calle, subió hasta el segundo piso y cortó el vidrio de una ventana con una herramienta de disco. Luego, entró con rapidez, se dirigió a 2 vitrinas en la Galería Apolo y, en cuestión de minutos, extrajo los objetos más valiosos.
Según las autoridades, los ladrones se llevaron 8 piezas. Incluían diademas, collares, pendientes y broches vinculados a la emperatriz María Luisa, a la emperatriz Eugenia, a la reina María Amelia y a la reina Hortensia de Holanda. Entre los objetos figuraban el collar de María Luisa, pendientes y una tiara de la emperatriz Eugenia.

Una de las coronas, la de la emperatriz Eugenia, fue recuperada cerca del museo, pero con daños, aparentemente porque la dejaron caer al huir. El resto del botín aún no ha sido recuperado y la principal hipótesis de los investigadores es que las piezas serán desmembradas o vendidas por partes en el mercado ilegal.
El Ministerio de Cultura aseguró que las alarmas funcionaron y que cinco empleados aplicaron el protocolo de seguridad: avisaron a las fuerzas y protegieron a los visitantes. También informaron que los ladrones intentaron prender fuego al vehículo usado para la huida. Sin embargo, un empleado logró impedirlo.

Expertos consultados por las autoridades señalan que, aunque muchas obras no son fáciles de vender por su fama, las joyas y objetos ornamentales sí tienen mercado: pueden romperse, los diamantes cortarse y las partes venderse por separado, lo que facilita su salida por rutas clandestinas hacia compradores extranjeros.
El robo revive preguntas sobre la protección de colecciones históricas en Francia: en los últimos meses hubo otros atracos a museos. Además, el ministro del Interior describió a la banda como profesional y bien preparada. Ahora las prioridades son capturar a los responsables, rastrear el botín y revisar los planes de seguridad del Louvre y otros museos nacionales.