Con paso lento y torpe, voz apagada y un discurso plagado de historia repetitiva y amenazas, el dictador nicaragüense Daniel Ortega reapareció públicamente este sábado en el acto oficial por el 46 aniversario de la revolución sandinista.
Acompañado por su pareja y co-dictadora Rosario Murillo, Ortega centró su intervención en la exaltación del pasado, el temor a una insurrección armada y el llamado a la juventud sandinista a espiar y delatar a cualquier ciudadano sospechoso de “conspirar” contra su régimen.
“Cuando se les descubra, se les captura y se les procesa”, advirtió el mandatario, en una arenga transmitida en cadena nacional, en la que instó a “no dejar espacio a los terroristas, a los conspiradores, a los vendepatria”.
Ortega apareció en televisión oficial a las 6:10 p.m. junto a Murillo, a bordo de un vehículo Mercedes Benz que recorrió la Avenida Bolívar, rodeado de un fuerte dispositivo policial.
El dictador, que no se había dejado ver en semanas y había cancelado su participación en actos recientes, como el natalicio de Carlos Fonseca, caminó con dificultad hacia la tarima, lo que alimentó rumores sobre su deterioro físico.
#LoÚltimo Daniel Ortega comienza discurso con voz debilitado, enrronquecida y balbucea al decir “ni me vendo ni me rindo”. El color de piel
luce más blanco. En las manos se le nota la palidez. Un color característico de los enfermos con insuficiencia renal crónica… pic.twitter.com/v5nVIzJeqN— 100% NOTICIAS (@100noticiastv) July 20, 2025
Murillo, visiblemente eufórica, reaccionó a las dudas sobre la salud de su esposo con una frase desafiante: “¿Que no lo ven? ¿Que no lo ven? ¡Aquí no se rinde nadie!”.
La celebración oficialista estuvo marcada por la ausencia de personalidades internacionales relevantes. No asistieron mandatarios ni cancilleres de países aliados. El único invitado extranjero fue Brian Wilson, un activista estadounidense amputado en los años 80 tras una protesta contra la guerra en Nicaragua, quien envió un mensaje en video. Entre los presentes figuró Laureano Ortega, hijo del matrimonio dictatorial, cada vez más visible en actos oficiales, mientras que el operador político Fidel Moreno permaneció alejado del estrado.
La intervención de Ortega comenzó pasadas las 8:50 de la noche, luego de más de 2 horas de presentaciones musicales.
El dictador pidió paciencia a sus oyentes mientras emprendía un largo y caótico recorrido histórico que incluyó las guerras coloniales, la independencia de América Latina, la resistencia rusa, las guerras mundiales y los combates de Augusto C. Sandino.

En su repaso, ensalzó a los jóvenes combatientes sandinistas de los años ochenta, los “cachorros” que murieron en la guerra civil contra la Resistencia Nicaragüense, como modelo a seguir por la nueva generación. “Ni se vendían ni se rendían”, dijo Ortega, apelando a la obediencia actual.
“La paz que tenemos no significa que el enemigo descansa”, advirtió, asegurando que “los imperialistas” siguen intentando derrocar su dictadura.
Acusó a Estados Unidos, Israel y Europa de promover guerras y de respaldar a sus opositores, y pidió la desaparición de la ONU, a la que calificó de inoperante ante los conflictos internacionales.
En un tono cada vez más paranoico, Ortega instó a la juventud a mantenerse vigilante “ahí donde estén trabajando, en el barrio”, porque —según dijo— los enemigos “están tratando de provocar derramamiento de sangre” en Nicaragua.
Desde 2018, el régimen Ortega-Murillo ha sido señalado por organismos internacionales de cometer crímenes de lesa humanidad, incluyendo ejecuciones extrajudiciales, detenciones arbitrarias, desapariciones forzadas y represión sistemática contra opositores.
Más de 350 personas fueron asesinadas durante las protestas de ese año, y miles han sido encarceladas o forzadas al exilio.
El llamado de Ortega a la vigilancia comunitaria revive prácticas de espionaje y control social promovidas por la dictadura sandinista en los años ochenta, a través de los Comités de Defensa Sandinista, y refuerza el modelo autoritario que hoy domina el país.
A diferencia de años anteriores, el acto del 19 de Julio de 2025 reflejó a un Ortega aislado, sin respaldo internacional visible, rodeado únicamente por su aparato represivo, su esposa y un círculo estrecho de leales.
Pero, aun debilitado y torpe, volvió a lanzar amenazas como si aún se sintiera en pie de guerra.