La destacada escritora nicaragüense Gioconda Belli denunció las recientes reformas constitucionales aprobadas por la asamblea sandinista, que otorgan al régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo un control total sobre los poderes y las instituciones privadas y públicas de Nicaragua.
Según Belli, estas modificaciones consolidan una dictadura de carácter dinástico y autoritario que busca perpetuarse en el poder, dejando al pueblo nicaragüense sumido en la represión y sin libertades fundamentales.
“La reforma refleja la ambición desmedida de esta pareja presidencial. Es ilegal y una muestra más del desprecio hacia el bienestar del país. Ortega y Murillo han creado un sistema que actúa como una monarquía medieval, donde el poder se concentra únicamente en la familia”, expresó Belli, en una entrevista con la televisora alemana Deustche Welle.
Una dictadura familiar en el corazón de Centroamérica
Belli destacó que estas reformas tienen como objetivo garantizar la sucesión dinástica tras la muerte de Ortega, otorgándole a Murillo un poder aún más amplio.
“Murillo ya había consolidado su influencia desde 2018, cuando lideró la brutal represión contra las protestas cívicas. Ahora, con su nombramiento como copresidenta, se oficializa su control absoluto sobre el régimen”, explicó.
Para la escritora, la creación de una figura constitucional como la “copresidencia” es absurda y peligrosa, ya que abre la puerta a que, en un futuro, Murillo pueda transferir el poder a uno de sus hijos, perpetuando la dinastía.
“Es un retroceso histórico para Nicaragua, un país que luchó por décadas para derrocar a la dictadura somocista y ahora enfrenta una nueva forma de tiranía familiar”, lamentó.
Reformas represivas y control absoluto
Además de la reforma constitucional, Belli criticó las leyes que restringen la cooperación internacional y permiten la denegación del ingreso al país de ciudadanos nicaragüenses considerados una amenaza por el régimen. Estas medidas, según Belli, buscan silenciar a la disidencia y aislar aún más a Nicaragua.
“El régimen ya ha confiscado bienes y despojado de la nacionalidad a más de 300 nicaragüenses, incluidos opositores y críticos como yo. Ahora, cualquier persona que el régimen considere incómoda puede ser excluida arbitrariamente. Este nivel de control es propio de una dictadura que no confía en nadie fuera de su círculo de poder”, afirmó.
Belli también advirtió sobre la creación de un “poder paramilitar” bajo el control directo de Murillo, diseñado para sofocar cualquier intento de rebelión dentro del ejército o la policía.
“Esto no tiene precedentes y es extremadamente peligroso. Murillo está consolidando su propio ejército para protegerse y garantizar su permanencia en el poder”, denunció.
El impacto del exilio y la inacción internacional
La escritora, despojada de su nacionalidad y bienes en Nicaragua, describió el exilio como una experiencia profundamente dolorosa.
“Me han quitado mi casa, mi pensión, y el derecho de vivir en mi país. Pero lo más triste es que no estoy sola; cientos de nicaragüenses están sufriendo lo mismo”, señaló con indignación.
Belli criticó la falta de acción contundente por parte de la comunidad internacional frente a los abusos del régimen de Ortega y Murillo.
“Lo que necesitamos es un aislamiento real del régimen, con sanciones más efectivas y una postura firme de los gobiernos democráticos. Los comunicados y las sanciones actuales no son suficientes, porque el régimen encuentra maneras de evadirlas a través del crimen organizado y el tráfico de personas”, enfatizó.
La entrevista concluyó con un llamado de Belli a la comunidad internacional para que no abandone a Nicaragua en su lucha por recuperar la democracia.
“Estamos presos de una pareja que no actúa de manera racional ni tiene el bienestar del país como objetivo. Necesitamos que el mundo ponga los ojos en Nicaragua y actúe para detener esta tiranía antes de que sea demasiado tarde”, finalizó la escritora.
El régimen de Ortega y Murillo, ampliamente reconocido como una dictadura a nivel internacional, sigue enfrentando críticas por sus prácticas autoritarias y violaciones a los derechos humanos. Sin embargo, el futuro de Nicaragua sigue siendo incierto en un contexto de represión creciente y un pueblo cada vez más empobrecido y silenciado.