Miles de empleados extranjeros de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) perderán sus empleos en agosto, como consecuencia de un plan de recorte impulsado desde la administración del expresidente Donald Trump, con el respaldo del llamado Departamento de Eficiencia Gubernamental liderado por Elon Musk. Aunque la medida ha sido duramente criticada por su impacto humano y logístico en zonas vulnerables, como Centroamérica, el secretario de Estado, Marco Rubio, la defiende como una necesaria reestructuración para terminar con lo que llama “imperialismo cultural” y corrupción burocrática.
La notificación de despido, enviada por correo electrónico, cayó como una bomba entre el personal local de USAID. Más del 40 % de su fuerza laboral está compuesta por empleados no estadounidenses —muchos con décadas de experiencia en el terreno— cuya labor ha sido clave para implementar programas de salud, educación y desarrollo institucional en regiones como Centroamérica, África y Asia.
“Es un desperdicio de talento”, dijo un funcionario de USAID en declaraciones recogidas por CNN, asegurando que muchos trabajadores “se quedarán sin nada”, a pesar de haber arriesgado sus vidas en zonas de conflicto.
Pero para Rubio, este tipo de programas deben pasar por un nuevo filtro: sólo aquellos que fortalezcan, hagan más seguro o más próspero a Estados Unidos seguirán existiendo.
“La ayuda exterior no puede ser un vehículo para imponer la agenda política de la izquierda en otros países”, declaró.
“Se convirtió en una forma de imperialismo cultural”, añadió, criticando que USAID se usara para exportar valores y políticas progresistas ajenos a los contextos locales.
Rubio también denunció la existencia de un “complejo industrial de ayuda exterior”, donde decenas de ONG habrían cobrado cientos de millones para ejecutar proyectos con poca supervisión y baja eficiencia. “Para entregar 12 millones de dólares, se gastaban 100”, afirmó, señalando una red de subcontrataciones que, según él, incluso habría beneficiado indirectamente a organizaciones extremistas como Hamás.
Según datos oficiales, alrededor de 1,600 empleos serán eliminados, y más de 5,000 programas han sido cancelados o transferidos al Departamento de Estado, que ahora absorbe muchas de las funciones de USAID.
El rediseño de la política exterior busca, en palabras de Rubio, “realinear la ayuda” con las necesidades reales de los países receptores, priorizando la seguridad y la autosuficiencia por sobre iniciativas de largo plazo.
Para muchos analistas, estos recortes no sólo suponen una pérdida operativa significativa, sino también un golpe al prestigio de Estados Unidos como promotor global del desarrollo.
En contraste, para la administración actual, se trata de una corrección de rumbo necesaria.