Nicaragua vuelve a cantar este 7 de diciembre el tradicional grito de “¿Quién causa tanta alegría?”, en una celebración de La Purísima marcada por la persistente persecución del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo contra la Iglesia católica, pero también por la resiliencia de millones de fieles dentro y fuera del país.
A partir de las 6:00 de la tarde (7:00 de la noche de Panamá), y como ocurre desde hace más de siglo y medio, centenares de miles de personas salen a las calles de de todo el país para cantarle a la Concepción de María frente a los altares instalados en viviendas, aceras y parques comunitarios.
Pese a la presencia policial y a los controles sociales en todo el país, la participación popular se mantiene masiva y festiva.
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Más de dos siglos de tradición
La tradición tiene su origen en 1742, en la ciudad de León, y desde 1857 se extendió por todo el país con su sello característico: la apertura simultánea de la celebración con el grito mariano.
Luego los cantos, seguido del reparto de ofrendas y “gorras”, como se conocen popularmente los obsequios que las familias entregan a sus visitantes.
Para muchos devotos, la Gritería es un espacio de fe, pero también de resistencia cultural.
“Hay que celebrarla en familia”, afirmó María Rosales, desde Zaragoza, España, donde la comunidad nicaragüense se congregó a cantarle a la Virgen.

Igual ocurre en Heredia y San José, Costa Rica, donde organizaciones civiles y familias migrantes organizaron altares y prepararon productos para entregar a los promesantes.
Aunque la represión contra la Iglesia católica ha provocado el exilio de numerosos sacerdotes y el encarcelamiento o retención de otros, la celebración popular se ha mantenido como una de las expresiones religiosas más robustas del país.
La Gritería funciona también como un espacio de encuentro comunitario donde el canto, las comidas típicas y los altares elaborados refuerzan la identidad cultural nicaragüense.
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Purísima migrante
La fiesta ya no pertenece solo al territorio nacional. Con la migración masiva de los últimos años, la Purísima se ha expandido a Costa Rica —donde residen más de medio millón de nicaragüenses—, así como a Estados Unidos, España, Panamá y países de Centroamérica.
En ciudades como San José, Miami, Houston, Madrid, las comunidades organizaron altares colectivos, rezos breves y repartos de dulces y refrescos que recrean la experiencia original.

“Es como volver a casa por un rato”, expresó en San José una joven originaria de Estelí, donde la tradición reúne a miles cada año.
En las redes sociales, migrantes compartieron imágenes de altares improvisados en apartamentos, parques y centros comunitarios, convirtiendo la fiesta en un acto transnacional de pertenencia cultural.
En Nicaragua, la jornada avanza entre cantos y pólvora mientras los altares continuaban recibiendo devotos
Pese al clima político adverso, la celebración de 2025 confirma que La Purísima sigue siendo uno de los pilares de la vida cultural nicaragüense, capaz de sostenerse incluso en tiempos de vigilancia, silencio impuesto y dispersión migratoria.







