Narcosubmarinos en ascenso: Centroamérica, en la mira del narcotráfico marítimo en 2024

Un informe de InSight Crime revela que la región es utilizada, desde hace décadas, como ruta para el paso de embarcaciones sumergibles cargadas de droga.

Narcosubmarino interceptado en el Caribe (imagen tomada de InSight Crime).

En 2024, las autoridades de América y Europa registraron casi un récord de interdicciones de narcosubmarinos, una señal clara de que estas embarcaciones clandestinas siguen siendo una pieza clave en el engranaje del narcotráfico internacional. Con 30 incautaciones exitosas, la mayoría en aguas del Pacífico entre Sudamérica y Centroamérica, estos vehículos semisumergibles están alcanzando nuevas rutas, niveles inéditos de sofisticación y mayor presencia en el hemisferio occidental.

Aunque no son submarinos en sentido estricto, las llamadas Low Profile Vessels (LPV) —buques de perfil bajo— han sido utilizadas durante décadas para transportar cocaína desde Colombia hacia México y Centroamérica. Pero recientes reportes, incluyendo un amplio análisis de InSight Crime, revelan que estas naves están ampliando su radio de acción hacia el Caribe, el Atlántico e incluso Europa, lo que marca un punto de inflexión en las rutas y dinámicas del narcotráfico.

Centroamérica: punto neurálgico en las nuevas rutas

Las costas de Guatemala, Honduras, Costa Rica y el sur de México han ganado protagonismo como puntos estratégicos para el desembarco y transbordo de cargamentos ilícitos. Las autoridades han detectado un patrón persistente: la llegada de narcosubmarinos a costas centroamericanas, donde los controles son limitados y las zonas remotas favorecen la operación de grupos criminales.

Costa Rica, por ejemplo, registró cinco embarcaciones varadas entre 2017 y 2019 en su litoral sur, un indicio temprano de su creciente rol como centro de tránsito. En Honduras, el clan Montes Bobadilla —conocido por sus nexos con el narcotráfico— ha sido vinculado al uso de estas naves. En 2024, las autoridades hallaron canales artificiales que conducían a propiedades ligadas al grupo, lo que sugiere operaciones aún activas en el Caribe hondureño.

Infografía tomada del informe de InSight Crime sobre los narcosubmarinos utilizados en la región.

Tecnología al servicio del crimen

Aunque algunos de estos narcosubmarinos aún se fabrican con materiales como madera y fibra de vidrio para evadir radares, su evolución ha sido notable. Muchos modelos modernos incluyen motores fuera de borda, sistemas para reducir la firma térmica, y pintura camuflada según la ruta prevista. Incluso se han interceptado torpedos narco, cápsulas submarinas remolcadas por barcos pesqueros, y submarinos completamente sumergibles (FSV), capaces de transportar hasta 10 toneladas de cocaína con navegación autónoma.

Uno de los casos más llamativos ocurrió en Venezuela en 2022, cuando se incautó un FSV navegando por el río Arauca. Hasta la fecha, ha sido la única de estas embarcaciones interceptada con droga en su interior, una señal de su extrema eficacia para eludir controles.

Astilleros en expansión

Más de la mitad de las 240 embarcaciones analizadas por InSight Crime fueron construidas en la costa pacífica colombiana, especialmente en los departamentos de Nariño y Cauca, zonas donde la producción de coca se concentra. Allí, astilleros artesanales operan ocultos en estuarios y selvas remotas, involucrando a carpinteros, ingenieros, tripulantes y financiadores ligados a grupos criminales.

Sin embargo, la expansión no se limita a Colombia. También se han hallado astilleros en Brasil, Guyana, Surinam y Venezuela. En 2019, una embarcación construida cerca de Manaos logró atravesar el Atlántico hasta Galicia, en España, marcando el primer cruce documentado hacia Europa desde Sudamérica.

Difíciles de detectar, difíciles de detener

Interceptar estas embarcaciones es una operación costosa y riesgosa. Una vez en altamar, la tasa de éxito para detenerlas puede ser tan baja como el 5%, según autoridades estadounidenses. Las LPV suelen viajar escoltadas por barcos pesqueros que sirven como estaciones móviles de reabastecimiento, extendiendo su alcance y complicando su seguimiento.

Incluso al ser descubiertas, muchas de estas embarcaciones están diseñadas para hundirse rápidamente mediante un tapón que la tripulación puede retirar en segundos. Esta práctica, además de eliminar evidencia, pone en peligro tanto a los traficantes como a las fuerzas de seguridad. En febrero de 2025, un agente de Trinidad y Tobago murió ahogado durante una inspección, y en 2023, se halló una nave flotando a la deriva con dos tripulantes muertos por asfixia.

Entre los narcotraficantes, estas embarcaciones ya tienen un nombre sombrío: “ataúdes flotantes”.

Una amenaza global con raíz regional

Si bien las incautaciones son presentadas por los gobiernos como logros importantes, la continua inversión de los grupos criminales en narcosubmarinos evidencia que el método sigue siendo rentable y efectivo. El hecho de que algunos de estos viajes sean transoceánicos —como los 12 intentos documentados hacia Europa y Australia entre 2019 y 2025— refuerza la necesidad de una respuesta coordinada e internacional.

Centroamérica, por su ubicación estratégica y su limitada capacidad de vigilancia marítima, continuará siendo clave en esta guerra silenciosa bajo las olas. Las autoridades enfrentan el reto de frenar una amenaza que evoluciona constantemente, mientras los narcosubmarinos siguen navegando por rutas cada vez más largas, discretas y letales.

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