Un perito del Ministerio Público señaló que Aldo Duppie Ochoa, alias El Lobo y cabecilla de la pandilla Barrio 18, habría ordenado la eliminación de los implicados en el crimen. Esto ocurrió incluso desde la cárcel.
De acuerdo con las investigaciones, Farruko Pop, un conocido creador de contenidos, fue atacado tras ser confundido con un integrante de la mara rival. Esto fue por portar una gorra roja plana, prenda asociada a la Mara Salvatrucha.
Según el Ministerio Público, este detalle, sumado a que llegó en mototaxi acompañado de la novia de uno de los pandilleros, habría generado sospechas. Estas sospechas detonaron el crimen.
La orden de El Lobo
Durante la audiencia, un perito declaró que “El Lobo”, máximo jefe del Barrio 18 y condenado a 1,670 años de prisión, dio la orden de ejecutar a quienes participaron en el asesinato de Farruko Pop.

La razón: actuaron sin consultar a los líderes de la estructura y expusieron un punto de la pandilla donde también fueron localizadas armas de fuego.
La investigación reveló que varios de los supuestos responsables del crimen fueron posteriormente asesinados por sus propios compañeros.
Entre ellos se encuentran quienes entregaron el arma homicida y dos mujeres vinculadas al caso, localizadas enterradas en la colonia El Limón, zona 18. Solo dos acusados siguen con vida y enfrentan actualmente el juicio.
Un patrón de control violento
El caso expone cómo las pandillas en Guatemala imponen reglas de vida o muerte, castigando tanto a rivales como a sus propios miembros.

Según las autoridades, la orden de eliminar a los implicados responde a la lógica de control interno que ejercen estructuras como Barrio 18 y la Mara Salvatrucha, que deciden sobre la vida de quienes las integran y de quienes, incluso por su vestimenta, son vistos como enemigos.
El impacto social
El asesinato de Farruko Pop, ocurrido en 2023 y viralizado en redes sociales, provocó indignación en Guatemala y en otros países de la región. Para las autoridades, este caso refleja la capacidad de las pandillas de infiltrar comunidades, manipular a jóvenes y ejercer un poder paralelo en distintos barrios.
La violencia relacionada con pandillas en Guatemala se suma a la de El Salvador y Honduras, donde estas estructuras también han marcado la vida de comunidades enteras.
Especialistas advierten que el caso Farruko Pop no es un hecho aislado, sino parte de un fenómeno criminal que sigue expandiéndose en Centroamérica y que representa uno de los mayores desafíos de seguridad para la región.