Los 5 grandes bosques tropicales de Centroamérica han sido identificados como corredores vitales para las aves migratorias que enlazan Norte y Suramérica, pero un nuevo estudio alerta que zonas clave como la Selva Maya, la Mosquitia y el corredor Indio Maíz-Tortuguero están desapareciendo a un ritmo acelerado, con Guatemala, Honduras y Nicaragua entre los países más afectados por esta pérdida de superficie forestal.
Los investigadores de la Wildlife Conservation Society (WCS) y el Cornell Lab of Ornithology confirmaron que estos ecosistemas, que se extienden desde el sur de México hasta Colombia, albergan cada año a una parte crucial de las poblaciones mundiales de más de 40 especies de aves.
Según el estudio, entre una décima parte y casi la mitad de estas poblaciones dependen de los bosques centroamericanos para sobrevivir.

Deforestación acelerada
La Selva Maya, que abarca Guatemala y Belice, figura entre los corredores más importantes para las aves migratorias. En esta zona, una gran proporción de currucas y zorzales pasa el invierno antes de regresar al norte. Sin embargo, el estudio advierte que la región ha perdido una cuarta parte de su territorio forestal en solo 15 años.
En Honduras y Nicaragua, la Mosquitia enfrenta un escenario similar. Allí, casi un tercio de los bosques fue talado en apenas dos décadas, principalmente por la expansión de la ganadería ilegal. Esta reducción amenaza directamente a especies como la reinita cerúlea, de la cual más del 40% depende de estos bosques durante la migración.
Los científicos subrayan que los 5 grandes bosques, Selva Maya, Mosquitia, Indio Maíz-Tortuguero, La Amistad y Dariénact, actúan como un “puente viviente” que conecta a millones de aves entre ambos hemisferios. Estas zonas también son hogar de jaguares, guacamayos y tapires, lo que refuerza su valor ecológico.

Las comunidades indígenas y locales de Guatemala, Honduras, Nicaragua y Costa Rica están liderando iniciativas para frenar la pérdida forestal. Entre sus acciones destacan la restauración de tierras degradadas, la prevención de incendios y la promoción de actividades sostenibles como el cultivo de cacao y pimienta de Jamaica.
Los investigadores también mapearon las conexiones entre estos bosques centroamericanos y regiones de Norteamérica como los Apalaches, el delta del Mississippi, los Grandes Lagos y Nueva Inglaterra. Estos “paisajes hermanos” comparten las mismas especies en diferentes momentos del año, lo que demuestra la interdependencia ecológica del continente.
El estudio concluye que proteger cada hectárea de bosque en Centroamérica beneficia a todo el hemisferio. Conservar estos ecosistemas no solo garantiza el retorno anual de los cantos migratorios, sino que también sostiene a miles de comunidades que dependen de los recursos forestales.






