En una conmovedora homilía desde la Iglesia de Santa Brígida, en Nueva York, monseñor Silvio Báez, obispo auxiliar de Managua, rompió el silencio que había guardado por meses, siguiendo indicaciones del Vaticano, para alzar su voz en defensa del pueblo nicaragüense.
“Una dictadura criminal que persigue a la Iglesia, expulsa del país a sacerdotes y obispos, encarcela a quien no piensa como ellos y ha hecho que el pueblo viva con temor”. Con estas palabras, el obispo expuso el sombrío panorama de un país que, según sus declaraciones, “se ha vuelto muy triste”.
Su aparición, en el marco de la festividad de la Inmaculada Concepción de María, conocida como “La Purísima”, estuvo cargada de esperanza y una dura denuncia contra la persecución religiosa y la crisis de derechos humanos bajo la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo.
Ante una comunidad abarrotada de fieles nicaragüenses en el exilio, Báez describió con dolor la realidad que atraviesa Nicaragua: “Ha quitado todas las libertades a la población y ha convertido el país en una gran cárcel”.
Contexto de una persecución sin precedentes
Desde 2018, cuando estallaron las protestas masivas contra el régimen orteguista, la Iglesia Católica se ha convertido en uno de los principales blancos de represión.
Sacerdotes y obispos han sido encarcelados, desterrados, exiliados o sometidos a un constante hostigamiento.
El obispo Rolando Álvarez fue condenado a más de 26 años de prisión por negarse a abandonar el país junto a más de 200 presos políticos desterrados. Luego fue expulsado a Roma. Además, el régimen ha cerrado medios de comunicación católicos, confiscado propiedades de la Iglesia y prohibido procesiones religiosas, aumentando la tensión con una comunidad profundamente devota.
Un mensaje de resistencia y fe
A pesar de este contexto, Báez destacó la fortaleza del pueblo nicaragüense, señalando que “no han podido apagar la alegría que viene del amor a la Virgen”.
Durante la homilía, evocó el tradicional grito que resuena en toda Nicaragua en honor a la Inmaculada Concepción: “¿Quién causa tanta alegría? ¡La Concepción de María!”. Estas palabras, dijo, son un símbolo de esperanza y resistencia ante el sufrimiento.
“Quiero invitarlos a la esperanza”, insistió Báez, reconociendo el dolor y la incertidumbre que embargan a los nicaragüenses dentro y fuera del país.
“En este momento parece que no hay salida, pero las fuerzas tenebrosas, los poderes opresores que en este momento tienen cautiva nuestra patria también van a desaparecer. Un día Nicaragua volverá a ser libre. Nicaragua se reconstruirá sobre la justicia y la verdad”
El obispo concluyó su emotivo mensaje destacando que la Virgen Inmaculada es un signo de esperanza para todos los nicaragüenses. “El Señor nos ayudará a reconstruir Nicaragua sobre la justicia, sobre la verdad, sobre la libertad”.
En medio de exilios forzados, represión y un éxodo masivo, su mensaje resuena como un llamado a la resistencia pacífica y a la fe en un futuro mejor.