Obispo exiliado dice que el Papa León XIV está preocupado por la persecución a la Iglesia Católica nicaragüense

El obispo auxiliar de Managua, Silvio José Báez, rompió el silencio tras casi tres años para alertar sobre la grave represión que sufre la Iglesia católica nicaragüense.

Monseñor Silvio Báez (c) en una misa el domingo en Miami junto a los sacerdotes nicaragüenses Edwing Román y Marcos Somarriba.

El obispo auxiliar de Managua, Monseñor Silvio Báez, dijo que la preocupación del papa León XIV por Nicaragua es “ un gran consuelo para nuestra Iglesia” que sufre la persecución sistemática de la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo.

El Papa León XIV es una persona de gran calidez, bondad y sabiduría. Me llamó la atención su preocupación por Nicaragua y en particular por la situación pastoral que está viviendo la gente. Su cercanía y su sensibilidad son de gran consuelo y un rayo de esperanza para la Iglesia de nuestro país, en este momento tan difícil que está viviendo.”, dijo Báez en una entrevista a la agencia noticiosa italiana Sir.

Fue la primera entrevista pública de Báez desde que fue enviado al exilio por el Papa Francisco en 2019, tras comprobarse que su vida corría peligro por acompañar a su pueblo en las protestas de 2018.

Báez, quien reside en Miami, ejerce su labor pastoral a distancia, acompañando espiritualmente a la comunidad nicaragüense en el exilio.

Desde entonces, más de 300 líderes católicos han sido expulsados o forzados a abandonar el país, incluidos cuatro obispos, 149 sacerdotes, 3 diáconos, 13 seminaristas y 132 religiosas, de acuerdo con el reciente informe “Nicaragua: Una Iglesia perseguida”, de la abogada y activista Martha Patricia Molina. El estudio documenta 1,010 ataques contra la Iglesia, la expulsión de 302 religiosos, el robo de 36 propiedades y la prohibición de más de 16,500 procesiones desde abril de 2018.

Recientemente, Mons. Báez fue recibido en audiencia privada por el Papa León XIV, junto a los obispos exiliados Isidoro Mora y Carlos Herrera. Báez valoró el encuentro como profundamente alentador:

El Papa lo confirmó como obispo auxiliar de Managua, pese al exilio.

“Ser confirmado como obispo auxiliar de Managua es para mí un signo de confianza hacia mi persona y mi ministerio, por lo que agradezco de corazón al Santo Padre. Asumo esta confirmación de mi ministerio episcopal con gran responsabilidad y humildad, para acompañar, como pastor, tanto a los nicaragüenses que se encuentran en el exilio como a los que están en Nicaragua”, dijo Báez.

El obispo reconoció que “la distancia física de mi país representa un desafío a la creatividad pastoral, pero no un impedimento para acompañar a mi pueblo a partir del Evangelio”.

Durante estos años, ha mantenido contacto con sacerdotes, laicos y comunidades exiliadas, celebrando la Eucaristía en la parroquia Santa Ágata en Miami, y acompañando a los nicaragüenses por medios digitales.

Báez relató que “en mis años de exilio el Señor me mostró varios caminos pastorales para llevar a cabo mi ministerio episcopal” a través del acompañamiento espiritual a muchos sacerdotes y laicos en el exilio, visitas a varias diócesis de los Estados Unidos para conocer a los nicaragüenseses, reuniones periódicas virtuales con sacerdotes nicaragüenses en el exilio y celebración de la misa dominical en la parroquia de Santa Agatha en Miami, transmitida en las redes sociales.

El obispo subrayó la importancia del apoyo internacional, especialmente el de la Iglesia italiana y medios como la agencia Sir.

“Cada oración, cada gesto solidario, fortalece nuestra esperanza. El respaldo internacional es vital para visibilizar las injusticias y apoyar a los exiliados”, subrayó el obispo.

Báez hizo un llamado urgente: “No olviden a Nicaragua. Necesitamos sus oraciones, su voz y su solidaridad. No estamos solos. Seguimos luchando por un país justo, libre y fraterno”.

Al referirse al actual Año Jubilar, Báez destacó que ser testigos de esperanza implica mantener la fe en medio del dolor: “Dios camina con nosotros incluso en la noche más oscura. No es un optimismo vacío, sino una esperanza activa que nos mueve a construir caminos de fraternidad y diálogo”.

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