En Nicaragua, la vicepresidenta Rosario Murillo acelera un proceso de purgas internas que ha dejado fuera de juego a antiguos aliados del sandinismo, mientras impulsa a sus hijos como herederos del poder.
Lo hace en un contexto marcado por la enfermedad y el deterioro de Daniel Ortega, de 79 años, y la ambición de ella, que a sus 74 se proyecta como “sucesora natural” de un régimen que se sostiene únicamente por la represión.
Viejos aliados, nuevas víctimas
En pocas semanas, figuras históricas como Bayardo Arce, Néstor Moncada Lau y Lenín Cerna fueron apartadas y en la mayoría de casos, apresados y confiscados.
Arce, asesor económico de Ortega durante casi dos décadas, terminó bajo arresto tras el allanamiento de su vivienda y oficinas.
Cerna, exjefe de la Seguridad del Estado en los años ochenta —señalado por torturas y asesinatos—, hoy vive prófugo.
Todo el personal alrededor de ellos, en puestos públicos o privados, han sido perseguidos, detenidos, exiliados y muchos vigilados implacablemente.
“Murillo está despejando el camino. Quiere eliminar a quienes podrían representar una alternativa tras la muerte de Ortega”, explica el sociólogo Óscar René Vargas.
Lea además: Rosario Murillo convierte las purgas en ajustes de cuentas por viejos abusos sexuales de Ortega
Una dinastía heredada del terror
Ortega gobierna desde 2007 tras regresar al poder con un discurso de reconciliación que pronto se convirtió en control absoluto.
En alianza con Murillo, ha consolidado un modelo represivo que combina policía, paramilitares, jueces subordinados y leyes diseñadas a medida para imponer el control social y política bajo un clima de terror.
Los métodos de represión —detenciones arbitrarias, asesinatos, torturas documentadas, confiscaciones masivas y destierros de sacerdotes, opositores y periodistas— han generado enemigos a granel.
Murillo, apodada “La Chamuca” incluso por antiguos aliados, concentra el mando operativo de este aparato y lo utiliza para desplazar a los viejos cuadros sandinistas.
“El objetivo es claro: reemplazar al FSLN histórico por un modelo familiar autoritario”, sostiene el opositor Eliseo Núñez.
Legitimidad en caída libre
A diferencia de Ortega, quien aún conserva en algunos sectores la imagen de líder revolucionario, Murillo no tiene legitimidad interna en un sector amplio del sandinismo histórico. “Ella se ve a sí misma como sucesora, pero no cuenta con el reconocimiento ni siquiera de los leales”, advierte Héctor Mairena.
El sociólogo Juan Carlos Gutiérrez coincide: “Murillo y sus hijos son nuevos ricos, sin raíces ideológicas. No hay nada en ellos que conecte con la narrativa histórica del FSLN”.
El analista Freddy Quezada lo resume con sarcasmo: “Laureano Ortega no tardaría ni una semana en ser desplazado. No se aprende a mandar cantando ópera”.
Lea también: Apresan a asesor de seguridad y operador cercano a dictadores nicaragüenses
Un régimen cercado por dentro y por fuera
Las purgas, sumadas a la represión constante, erosionan al régimen desde varios frentes a criterio del sociólogo Óscar René Vargas.
Dentro del país, las bases sandinistas viven en desconcierto y silencio. Fuera, el aislamiento internacional aumenta y la economía se asfixia con menos remesas, menor inversión y una deuda en alza.
“Cualquier movimiento que haga solo empeorará su situación”, advierte Vargas, que describe al régimen como atrapado en un zugzwang: obligado a moverse aunque cada jugada lo acerque al jaque mate.
Nicaragua: dictadura Ortega Murillo en implosión
-
Declive de Daniel Ortega (79 años): enfermo, en deterioro físico y político.
-
Poder de Rosario Murillo (74 años): concentra el poder represivo y purga a históricos sandinistas, quienes le adversan.
-
Purgas recientes: Bayardo Arce (asesor económico) detenido y confiscado; Lenín Cerna (exjefe de Seguridad) prófugo, Néstor Moncada Lau, detenido.
-
Estrategia de dinastía familiar: desplazar al FSLN histórico y allanar el camino para sus hijos, sobre todo Laureano Ortega.
-
Métodos de terror: represión, confiscaciones, destierros y encarcelamientos que le generan enemigos en todas partes.
-
Efectos en las bases: bases sandinistas desconcertadas, élites económicas temerosas, Ejército en silencio expectante, policía desgantándose en la represión
-
Aislamiento internacional y efectos: caída de remesas, fuga de capital, sanciones internacionales, aislamiento de foros y gobiernos influyentes.
-
Diagnóstico del régimen: “El régimen está en zugzwang, cada movimiento lo debilita más”, advierte Óscar René Vargas.