La dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo ha lanzado una nueva ofensiva contra la Iglesia católica de Nicaragua, al ordenar el cierre o la supervisión total de las redes sociales de parroquias y diócesis, en un intento por eliminar su presencia digital.
La medida, que ya se aplica en varias zonas del país, prohíbe la transmisión de eucaristías, homilías y mensajes pastorales, acusando a las comunidades religiosas de “difundir noticias falsas”, según voces del clero.
Fuentes eclesiásticas confirmaron bajo anonimato que funcionarios del Ministerio del Interior y delegados políticos locales exigen a párrocos entregar contraseñas de acceso o eliminar sus cuentas en Facebook y YouTube.
En otros casos, se han recibido advertencias verbales para cesar toda actividad en redes, bajo amenaza de sanciones administrativas o penales.
La ofensiva comenzó en diócesis de Masaya, León y Chinandega, históricamente activas en la evangelización, y se extiende hacia Matagalpa, Jinotega y Estelí, regiones ligadas al obispo Rolando Álvarez, encarcelado y desterrado por el régimen.
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Censura sobre el púlpito digital
La transmisión de misas por internet, una práctica consolidada desde la pandemia, está bloqueada en varias parroquias.
Además, se ha prohibido mencionar en homilías a obispos desterrados, orar por migrantes y exiliados, o citar a figuras de la Iglesia latinoamericana como san Óscar Arnulfo Romero y san Juan Pablo II.
En algunos templos, como la parroquia San Felipe de León, sacerdotes críticos han sido sustituidos por religiosos afines al sandinismo. “Es una purga espiritual y comunicacional”, describió una fuente pastoral.
Control absoluto del mensaje
El control de la palabra sagrada se suma a las restricciones sobre la educación religiosa, los medios de comunicación y las organizaciones sociales.
Con la censura digital, el régimen busca borrar los últimos espacios de libertad y acompañamiento espiritual que subsisten fuera de su aparato de propaganda.
Aun así, la población mantiene su resistencia en silencio. “Nos han quitado las redes, pero no la fe”, dijo un feligrés desde León.







