Honduras vive un reñido recuento voto a voto entre el conservador Nasry “Tito” Asfura y el presentador y político Salvador Nasralla. Sin embargo, la lectura política más contundente proviene del tercer lugar de la oficialista Rixi Moncada, candidata de Libre, con apenas el 19 % de los votos.
Para analistas y activistas nicaragüenses, esta caída del castro-zelayismo implica un freno decisivo para el bloque de aliados del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo en Centroamérica.
Con más del 55 % de las actas escrutadas, Asfura —abiertamente respaldado por el presidente estadounidense Donald Trump— mantiene una ventaja estrecha sobre Nasralla.
Aunque la contienda sigue abierta, en un empate técnico según el Consejo Nacional Electoral (CNA), el retroceso del oficialismo hondureño ya genera consecuencias geopolíticas claras: cualquiera de los dos ganadores será aliado de Trump y no de Ortega.
Lea además: Voto de castigo acelera el declive de Libre y hunde al partido de gobierno en Honduras

Mal momento para la izquierda
“Es un hecho histórico”, afirma el analista nicaragüense Alex Aguirre, quien sostiene que Honduras ha sido el “puente para legitimar la dictadura sandinista y mover recursos disfrazados de cooperación”.
Ese puente, señala, comienza a derrumbarse con la derrota electoral de la izquierda.
Aguirre enmarca este desenlace dentro del debilitamiento de un eje autoritario que articulaba intereses entre Tegucigalpa, Managua y Caracas.
Con Libre fuera del poder, sostiene, Ortega pierde a su aliado más cercano y Maduro ve reducido su margen de maniobra en Centroamérica.
También lo conecta con retrocesos recientes en Bolivia y San Vicente y las Granadinas, que, en su visión, revelan un declive de la corriente autoritaria regional.
El fin del último bastión
El excarcelado y opositor nicaragüense Juan Sebastián Chamorro coincide en la lectura: se trata de un golpe directo para Ortega-Murillo.
“Es el segundo revés en pocos días”, afirma, recordando la reciente derrota del candidato oficialista en San Vicente y las Granadinas.
Subraya que Libre ni siquiera rozó el 20 % del voto, algo que interpreta como un rechazo claro al liderazgo de Xiomara Castro y Manuel Zelaya, cuyas políticas —dice— estuvieron marcadas por denuncias de corrupción y nepotismo.
Chamorro destaca además el contraste democrático: Honduras celebró una jornada pacífica, con un Consejo Nacional Electoral que dio garantías e integridad al proceso.

Ortega pierde votos en SICA y Parlacen
En Nicaragua, recuerda, no existe competencia real ni observación independiente. La oposición hondureña logró imponerse aun estando dividida en dos candidaturas, lo que para él demuestra la fortaleza institucional frente al autoritarismo.
También advierte sobre posibles consecuencias judiciales: figuras de Libre podrían buscar refugio político en Managua si la nueva administración impulsa investigaciones por corrupción o abuso de poder.
A esta lectura se suma la defensora de derechos humanos Haydee Castillo, quien señala que Honduras representaba uno de los pocos votos favorables a Ortega en organismos como la OEA, Naciones Unidas y el SICA.
“La salida de Libre significa un voto menos para el régimen”, afirma. También recuerda que el acuerdo militar firmado en 2023 entre Honduras y Nicaragua tuvo repercusiones negativas para comunidades fronterizas, donde se denunciaron abusos y asesinatos.
Un aislamiento más profundo
Alexa Zamora, activista política, resalta que el gobierno de Xiomara Castro apoyó sistemáticamente al régimen Ortega-Murillo en foros regionales e internacionales.
La derrota de Libre podría significar un giro diplomático y un mayor distanciamiento de Managua.
Sin embargo, advierte que el Partido Nacional hondureño —al que pertenece Asfura— ha mostrado ambigüedad histórica hacia Ortega, especialmente durante la administración de Juan Orlando Hernández, por lo que la posición del nuevo gobierno debe observarse con cautela.
El sociólogo y analista Freddy Quezada ofrece una lectura más cruda: “El ejecutivo estadounidense cuenta ahora, gane quien gane, con dos servidores: uno por conveniencia y el otro por convicción. Ortega deberá enfrentar adversarios desde Honduras, bajo cualquiera de las condiciones que cada servidor ha declarado rendir a su señor”.
Lea además: El oficialismo de Honduras pierde sus bastiones en las primeras proyecciones del CNE

¿Ortega a dos puyas?
Quezada sostiene que el régimen nicaragüense amaneció “con la pistola del vecino en sus costillas”, a la espera de otra posible “puya” en febrero, cuando Costa Rica celebrará elecciones en un ambiente político cada vez más crítico hacia Managua.
Luis Blandón, presidente de Unamos, coincide en que Ortega queda más aislado. “Se reduce a vínculos con Venezuela y Cuba”, señala.
Aunque reconoce que Asfura podría retomar posiciones ambiguas, destaca que el cambio en Tegucigalpa altera el equilibrio regional y refleja una tendencia más amplia de rechazo al autoritarismo.
Mal panorama en Centroamérica para Ortega
El contexto regional también es desfavorable para Ortega: El Salvador se ha alineado abiertamente con Donald Trump; Panamá y Guatemala mantienen posturas adversas.
Y Costa Rica, aunque históricamente moderada, podría endurecer su política exterior dependiendo de los resultados electorales de febrero.
El resultado final en Honduras, sea cual sea, promete reordenar el mapa político centroamericano y profundizar la soledad internacional de la dictadura nicaragüense.
En un escenario más adverso, con aliados debilitados y una presión regional en ascenso, el margen de maniobra del régimen se reduce cada vez más, alerta Chamorro.







