La democracia en Costa Rica, históricamente celebrada como un modelo de estabilidad y respeto institucional en América Latina, atraviesa un momento de inflexión.
Aunque sigue siendo considerada una de las más sólidas del mundo, diversos estudios revelan señales de alarma que apuntan a un creciente desencanto ciudadano con el sistema democrático y una preocupante apertura hacia liderazgos populistas, en coincidencia con el alto respaldo popular del presidente Rodrigo Chaves, cuya gestión se ha caracterizado por el enfrentamiento con otros poderes del Estado y una retórica antiinstitucional.
Sólo 1 de cada 4 costarricenses apoya firmemente la democracia
Uno de los hallazgos más inquietantes proviene del VII Informe del Estado de la Región, elaborado por el Programa Estado de la Nación.
La investigación revela que apenas un 25 % de la población costarricense se manifiesta “fuertemente” a favor de la democracia como el mejor sistema de gobierno.
Si se amplía el espectro, un 34,4 % respalda la democracia de forma clara, pero otro 38,7 % declara simpatía por figuras populistas: líderes fuertes que prometen resolver los problemas con rapidez, incluso si para ello deben desafiar o debilitar los contrapesos democráticos.
“Esto evidencia una amplia demanda ciudadana por un liderazgo populista (aunque no mayoritaria)”, advierte el informe.
Además, un 10,7 % de los encuestados muestra actitudes abiertamente autoritarias.
Pese a estas cifras, Costa Rica mantiene la tasa más alta de convicción democrática en Centroamérica.
Sin embargo, los datos sugieren que la democracia está dejando de ser una convicción arraigada para convertirse en una preferencia condicional, especialmente entre sectores que sienten que el sistema político ha fracasado en resolver los problemas sociales más urgentes.
Confrontación entre poderes y desconfianza institucional
El informe también señala que uno de los factores que más erosiona el apoyo a la democracia es el constante enfrentamiento entre los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial.
En los últimos años, el Poder Ejecutivo ha adoptado una actitud confrontativa, asumiendo competencias que no le corresponden, mientras los otros dos poderes han reaccionado con resistencia institucional.
Estos choques, lejos de ser percibidos como señales de equilibrio democrático, generan frustración en la ciudadanía al entorpecer la solución de problemas graves como la inseguridad, el desempleo y la desigualdad.
Más preocupante aún: según datos del Barómetro de las Américas 2024, una fracción significativa de la población costarricense no descarta medidas que debilitarían la democracia, como el cierre de la Asamblea Legislativa o incluso un eventual golpe de Estado.
El respaldo a Chaves y la paradoja populista
Este deterioro de la cultura democrática se da en un contexto donde el presidente Rodrigo Chaves mantiene altos índices de popularidad.
A pesar de su constante enfrentamiento con la prensa, los jueces y los diputados, su figura genera simpatía entre una parte significativa de la población, que ve en su estilo confrontativo una forma efectiva de romper con la “vieja política”.
Para los especialistas, esta paradoja responde al desgaste de los partidos tradicionales, la persistente desigualdad social y el uso intensivo de la comunicación directa desde la presidencia, a menudo con un discurso simplificador y polarizante.
“El populismo no es nuevo en Costa Rica, lo nuevo es que tengamos a alguien con tendencias autocráticas en el poder, que busque debilitar los contrapesos institucionales”, afirma el politólogo Gustavo Araya.
A su juicio, el cansancio con la desigualdad, el desprecio a las élites económicas y la desinformación son los tres pilares que explican este viraje hacia el populismo.
Francisco Barahona, también politólogo, agrega que Chaves “juega en cancha sola”, sin una oposición articulada ni liderazgos fuertes que le hagan contrapeso. A esto se suma el uso de recursos públicos para reforzar su imagen, la cercanía con figuras como Nayib Bukele, y una narrativa que simplifica problemas complejos con soluciones inmediatas.
Un futuro en juego
Tanto el Informe del Estado de la Región como los analistas consultados coinciden en que los próximos años serán determinantes para el futuro de la democracia costarricense. Aunque todavía hay un núcleo importante de ciudadanos que valoran la convivencia democrática, la libertad de expresión y el respeto a las instituciones, el riesgo de retroceso es real si no se atienden las causas profundas del malestar social.
“Si se consolida un modelo de carácter dictatorial, Costa Rica pasaría a tener condiciones muy distintas a las que vivimos actualmente”, advierte Araya.
El desafío, según los especialistas, no es sólo político sino también educativo y cultural: fortalecer la alfabetización democrática, promover el debate informado y reconstruir la confianza en las instituciones como garantes del bien común. En este contexto, la democracia costarricense no está muerta, pero sí en disputa.
Claves del fenómeno
El 25% de los costarricenses se manifiesta “fuertemente” a favor de la democracia.
38,7% apoya figuras populistas, aunque respalde formalmente la democracia.
10,7% muestra actitudes autoritarias.
La confrontación entre poderes erosiona la legitimidad democrática.
Rodrigo Chaves mantiene alta popularidad a pesar (o por causa) de su estilo confrontativo.
Desigualdad, desinformación y desgaste de los partidos son el caldo de cultivo del populismo.