La tarde del 18 de mayo se esperaba encendida: plaza llena, militares y paramilitares con pasamontañas en bloques firmes frente a una tarima enflorada, altoparlantes con músicas a elevados decibeles y discursos largos, aburridos y repetitivos del infaltable dictador Daniel Ortega y su coro de cómplices aplaudiendo.
Ese día debió realizarse el acto conmemorativo por el aniversario de nacimiento de Augusto César Sandino figura sacra del discurso oficialista y Leiv Motiv de la dictadura, según la circular que días previos había girado la mismísima co dictadura Rosario Murillo.
Pero sin su “sumo pontífice” político, no hubo “misa” para las bases fanáticas: el dictador Daniel Ortega no apareció. Ni un saludo grabado, ni mensaje en redes sociales ni un comunicado en la prensa de la familia Ortega-Murillo.
Corrió entonces el rumor y la sombra de la duda.
¡Vean esto, por primera vez un comunicado sólo lo firma la Chayo, y lo hace de puño y letra!
¿Quiere que sigamos con la especulación de que Zekeda está grave o es una señal de que ya le dio “golpe de estado”? pic.twitter.com/fAi9kK6KLp— Miguel Mendoza (@Mmendoza1970) May 22, 2025
La ausencia de Ortega en uno de los pocos eventos que nunca suele faltar, junto al 1 de mayo, el 19 de julio y los aniversarios de las fuerzas represivas, ha encendido desde entonces todas las alarmas, tanto en los círculos oficialistas como en la diáspora opositora.
Se dice de todo y no se confirma nada
Sin embargo, desde el exilio, periodistas y voces críticas como el periodista devenido en disidente, Miguel Mendoza, han notado un patrón en el silencio.
Este 22 de mayo, Rosario Murillo, voz invasiva y agorera incansable de insultos y amenazas cada mediodía en Nicaragua, envió una carta pública de saludos a la propagandista rusa Margarita Simonián.
Lo curioso, señala Mendoza, no fue el contenido —una loa sin rubor a los méritos desinformativos de RT—, sino la firma: esta vez Murillo escribió sola, sin Ortega a su lado en la rúbrica como suelen firmar desde que ella se impuso como co dictadora sin haber obtenido jamás un voto popular.
La cadena de señales sigue: en sus últimos discursos, Murillo no ha saludado “en nombre del Comandante Daniel” como acostumbraba. Solo ella ha saludado de entrada y salida en sus discursos de odio, que casi siempre pronuncia ante nula audiencia.
Entre tanto, los rumores galopan. Que Ortega sufre lupus, insuficiencia renal y otros males que lo tienen encamado, sin fuerza ni para sostener su bastón de mando. Que médicos rusos han aterrizado en secreto en Managua, quizá en busca de resucitarlo.
Que podrían evacuarlo a Cuba o a Moscú. O que todo es teatro, una puesta en escena de Murillo para simular “la victoria” del dictador sobre la muerte misma deseada por sus enemigos.
El exagente sandinista, ahora exiliado en Estados Unidos, Chino Enoc, lo dijo sin rodeos en una transmisión reciente: “Son bolas. La Chayo (Murillo) está preparando el milagro, lo va a levantar de entre los muertos para que la masa aplauda”.
En Costa Rica, un viejo combatiente sandinista exiliado comentó a medios locales que Ortega “está enfermo como cualquier viejo de 80 años”, pero que aún respira por sí solo.
Las masas digitales, ahora acompañadas de inteligencia artificial, tampoco perdonan.
En redes sociales han proliferado memes fúnebres: Ortega en bata de hospital, con tanques de oxígeno y sondas; Ortega con la Muerte tomándose un cafecito a la par; Ortega rodeado de buitres o sepultureros, pala en mano, esperando; Ortega en hombros de un grupo de africanos, célebres en redes por bailar ataúdes de difuntos.
Mientras tanto, el país espera. Unos con angustia, otros con esperanza, muchos con un sarcasmo corrosivo. Nadie sabe si el dictador aparecerá de nuevo, como Lázaro o como Lenín en la Plaza Roja de Moscú.