De acuerdo con la OPS, el 58% de los menores de edad en Latinoamérica ha padecido abuso físico, sexual o emocional en los primeros meses de 2025. A nivel global, uno de cada dos niños y adolescentes sufre algún tipo de violencia cada año, lo que sitúa a la región como una de las más afectadas.
“Dada la magnitud de la violencia, es fundamental que el sistema de salud tenga la capacidad de ofrecer una respuesta de calidad a los sobrevivientes”, advirtió Monika Baer, asesora regional en violencia de la OPS, durante un encuentro con jóvenes del Consejo Asesor de Salud Adolescente y Juvenil de Argentina.

La representante de la OPS en ese país, Eva Jané Llopis, subrayó que la violencia contra los más jóvenes constituye “un problema de salud pública en las Américas”, con consecuencias severas para su bienestar físico, mental, sexual y social.
El organismo impulsa la adaptación regional del modelo ANIMA, una herramienta de atención integral ante situaciones de violencia por motivos de género, que ahora busca responder también a las realidades de las infancias y adolescencias latinoamericanas.

Según la OPS, el modelo se basa en siete componentes esenciales: escuchar sin juzgar, indagar sobre necesidades, mejorar la seguridad, fortalecer redes de apoyo, crear entornos amigables y acompañar a cuidadores no abusivos. Cada uno apunta a garantizar una atención empática, segura y efectiva.
La OPS insistió en que su implementación debe incluir procesos de formación y sensibilización del personal sanitario, así como la participación activa de adolescentes y jóvenes. Solo así, remarcó, será posible ofrecer respuestas adecuadas, centradas en las experiencias y necesidades de quienes sobreviven a la violencia en la región.