El comediante guatemalteco más conocido de las últimas décadas, Rafael Hernández, el popular Velorio, falleció a los 84 años, confirmó su familia.
Dueño de un humor muy propio de los años 70 y 80, el cuenta chistes se convirtió en el más conocido en Centroamérica, donde sus ocurrencias eran escuchadas en casetes, discos y después en discos compactos.
Con historias cómicas, cargadas de palabras pasadas de tono para muchos, Velorio no hizo distingo de razas, condiciones sociales ni preferencias sexuales a la hora de contar sus puntadas, en las que con frecuencia imitaba voces y sonidos para deleite de quienes le escuchaban.
Su fallecimiento fue por causas naturales.
Su sobrenombre, según contó en más de una ocasión, provino de los funerales o velorios populares de los barrios bajos de Guatemala, donde a los difuntos los honraban en casa, metiendo el ataúd en alguna sala, para rendirle tributo y despedirse de este. Esas ocasiones, como ocurre aún en algunas provincias centroamericanas, se volvían jolgorios en los que se contaban, al calor del café, el pan dulce, los tamales y hasta el licor, muchos chistes.
Por algunos años vivió en Estados Unidos, pero luego regresó a su natal Guatemala.
Tuvo una infancia difícil. Debido a la pobreza de su familia, desde niño trabajó lustrando zapatos y vendiendo diarios.
“Yo quise dejar una remembranza de esa época, por eso elegí el nombre artístico de Velorio. Eso sucedió cuando vivía en Los Ángeles y vine a grabar mi primer disco, el cual tuvo como portada la fotografía de un velatorio”, dijo en una ocasión.
Su humor, lleno de desparpajos, sería socialmente incorrecto para “las nuevas generaciones”.