La Asociación Cafetalera de El Salvador confirma que los últimos cinco años han sido los más críticos para el sector. Las deudas, el alza de los insumos y la imposibilidad de generar utilidades han empujado a más finqueros a comercializar sus propiedades.
El Salvador vive un cambio acelerado en el uso de suelos agrícolas. Gremiales del sector confirman que la venta de fincas para proyectos inmobiliarios crece sin freno, impulsada por altos costos, deudas y baja rentabilidad. La tendencia ya se refleja en una fuerte reducción de las áreas cultivadas.
Las asociaciones Campo, Acafesal y AGES coinciden en que los productores están optando por vender sus tierras porque mantenerlas en producción resulta más costoso que traspasarlas a desarrolladores. La mayoría de estas propiedades termina convertida en urbanizaciones, bodegas o lotificaciones.
Luis Treminio, presidente de Campo, explicó que la venta de tierras se disparó hace unos tres años, cuando el precio de los insumos agrícolas subió a niveles que volvieron inviable seguir sembrando granos básicos. A ello se sumó el aumento en los costos de arriendo en 2023, lo que llevó a muchos a dejar de cultivar.

Zonas tradicionalmente agrícolas como San Juan Opico, Quezaltepeque y el valle de Zapotitán (en la zona central del país) ahora forman parte de proyectos urbanísticos. Incluso cooperativas de Sonsonate y áreas cafetaleras de Santiago de María (Occidente y oriente) ya fueron transformadas en lotificaciones o talleres.
El presidente de AGES, Sandor Siliezar, añadió que la ganadería también enfrenta presiones similares: tierras más caras, mano de obra escasa y falta de relevo generacional. Sin una ley que proteja el uso del suelo agrícola, el avance inmobiliario se extiende sin límites.

Las gremiales advierten que el impacto ya es medible: el país perdió 56,870 manzanas cultivadas de maíz entre 2016-2017 y 2022-2023, según datos oficiales del Ministerio de Agricultura. De continuar la tendencia, alertan, El Salvador dependerá aún más de importaciones y podría enfrentar escasez de alimentos.
La transformación del paisaje agrícola salvadoreño avanza rápido, y las organizaciones del sector insisten en que, sin regulación, las fincas ubicadas cerca de carreteras serán las próximas en desaparecer.







