Después de años desplazando progresivamente a pulperías, tienditas de barrio y pequeños negocios familiares en toda Nicaragua, los empresarios chinos han dado un nuevo paso en su ofensiva comercial: ahora compiten directamente en el sector de supermercados, con ventajas legales y fiscales otorgadas por el Tratado de Libre Comercio (TLC) entre Nicaragua y China, vigente desde enero de 2024.
El fenómeno quedó evidenciado con la reciente apertura de “Sogo”, el primer supermercado chino en el país, inaugurado el pasado 15 de julio en Managua con amplia cobertura de los medios oficialistas, que lo promocionan como “el más grande del país”.
Con más de 8,000 metros cuadrados de área comercial, dos niveles y una oferta que va desde alimentos hasta electrodomésticos, la tienda es apenas la punta de lanza de un modelo de negocios que amenaza con extenderse por todo el país.
Una conquista comercial con sello chino
Detrás de Sogo están veinte empresarios de origen chino que aseguran haber creado más de 100 empleos directos.
El supermercado, ubicado estratégicamente frente a la Empresa Nicaragüense de Alimentos Básicos (Enabas), en la Carretera Norte de Managua, busca convertirse en una referencia de compras “todo en uno”: además de comestibles, ofrece muebles, ropa, juguetes, artículos de limpieza, productos ferreteros, y en breve abrirá una farmacia y un cafetín.
Aunque algunos clientes han reportado en redes sociales quejas por la mala atención, la baja calidad de algunos productos y dificultades de comunicación con el personal, la tienda opera con márgenes de ventaja que la mayoría de comerciantes nicaragüenses no puede igualar.
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TLC: el arma invisible de los chinos
Desde que el TLC con China entró en vigor, el terreno quedó allanado para una expansión sin freno del capital chino en Nicaragua.
Las empresas de ese país pueden importar mercancías con aranceles reducidos o inexistentes, operar sin barreras regulatorias adicionales y recibir el mismo trato legal que un negocio local.
El avance chino en el sector minorista no es nuevo. Desde el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre el régimen de Daniel Ortega y China en diciembre de 2021, han proliferado en todo el país negocios con capital asiático: tiendas de variedades, ferreterías, importadoras, talleres automotrices y minimarkets que han reducido al mínimo la presencia de pulperías y negocios familiares en barrios urbanos y rurales.
Ahora, con la llegada de supermercados como Sogo, el capital chino entra a disputar una nueva escala de consumo y distribución, reforzado por estrategias de marketing agresivo, rifas promocionales y una oferta de precios difícil de igualar por los comerciantes nacionales.
“Los pequeños negocios nicaragüenses ya venían debilitados. Ahora están siendo expulsados del mercado formal de forma silenciosa, sin ningún respaldo del Estado”, advierte un comerciante del mercado Iván Montenegro, quien pidió anonimato por temor a represalias.
Un TLC que solo beneficia a chinos
La balanza comercial es elocuente: en 2022, Nicaragua exportó apenas 39.4 millones de dólares a China, mientras que importó desde ese país bienes por 1,391.7 millones. En 2024, las exportaciones subieron a 82.1 millones, pero las importaciones chinas alcanzaron los 1,647.5 millones de dólares. El desbalance deja claro a quién beneficia el acuerdo.
Además, el TLC permite la entrada de personal extranjero por hasta tres años, reduce requisitos técnicos y agiliza permisos, lo que facilita la apertura de grandes comercios chinos mientras a los pequeños emprendedores nacionales se les exige cumplir con más trámites y regulaciones.
Aunque el acuerdo incluye cláusulas de salvaguarda para proteger a sectores económicos vulnerables, el régimen Ortega-Murillo no ha aplicado ninguna.
Tampoco existen programas de acompañamiento, financiamiento o capacitación dirigidos a mitigar los efectos del avance chino sobre la economía local.
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Lecciones que Nicaragua no adopta
Mientras tanto, el aparato propagandístico oficial promueve sin crítica la “inversión extranjera” como símbolo de éxito económico, invisibilizando el cierre de pequeños comercios en los barrios y mercados del país.
Países como Costa Rica, que desde 2007 ha enfrentado un fenómeno similar con la llegada masiva de negocios chinos, han desarrollado marcos regulatorios como la Ley 7472, que protege a los pequeños comerciantes de prácticas anticompetitivas.
Además, existen mecanismos de conciliación comercial y programas para formalización de emprendimientos.
En Nicaragua, ninguna de esas herramientas existe. Los comerciantes locales no solo compiten en desventaja, sino que además enfrentan la indiferencia institucional de un régimen enfocado en consolidar sus alianzas políticas y económicas con el gobierno de Xi Jinping.
Una amenaza a la soberanía económica
Analistas advierten que esta transformación silenciosa del comercio local podría tener efectos duraderos sobre la soberanía económica del país.
Al dejar en manos extranjeras el control de las cadenas de distribución, los márgenes de decisión y política económica se reducen, mientras la estructura productiva nacional sigue debilitándose.
“El problema no es la inversión extranjera en sí, sino su carácter desequilibrado, su falta de regulación y el abandono de los actores económicos nacionales. Hoy es el supermercado, mañana será el banco, la aseguradora o el transporte”, concluye Franco Mejía.