Guatemala ha destinado más de Q43,327 millones (unos $5,570 millones) a los Consejos Departamentales de Desarrollo (CODEDE) entre 2016 y 2025, pero las comunidades aún no ven el progreso prometido, según una evaluación de la Secretaría de Planificación y Programación de la Presidencia (SEGEPLAN), citadas por el medio guatemalteco República.
Durante la última década, los CODEDE fueron presentados como la herramienta clave para impulsar infraestructura y participación local. Sin embargo, el incremento histórico de recursos no se refleja en obras tangibles, ni en mejoras visibles en las condiciones de vida, según República.
Los CODEDE manejan proyectos comunitarios en todo el país. Solo en 2025 administran 12,270 millones de quetzales ($1,577 millones), la cifra más alta de su historia, incluyendo saldos no ejecutados de 2024. Pese a ello, la infraestructura entregada es mínima.

Entre 2016 y agosto de 2025, que comprenden las administraciones de Jimmy Morales, Alejandro Giammattei y Bernardo Arévalo, estos consejos administraron 43,327 millones de quetzales ($5,570 millones de dólares). De ese total, únicamente ejecutaron 26,942 millones de quetzales ($3 460 millones de dólares), una tasa de ejecución del 62 %. Esto confirma una brecha profunda entre presupuesto, capacidad y resultados.
El Congreso aprobó aportes extraordinarios para 2024 y 2025, elevando el presupuesto a niveles récord. Pero el aumento de fondos no se tradujo en mayor cobertura de obras ni en mejoras estructurales para los departamentos.
Fallas técnicas que elevan los costos
Evaluaciones de SEGEPLAN mostraron debilidades en la formulación técnica de proyectos ejecutados en 2022 y 2023. Un caso emblemático: la construcción de una escuela en Antigua Guatemala incrementó su costo en un 51 % debido a errores de planificación, falta de cálculos reales en materiales y gastos omitidos.
Solo el 1.8 % de los recursos totales se ha destinado a proyectos multimunicipales. Esto significa que los municipios trabajan por separado, sin coordinación regional, produciendo obras pequeñas, inconexas y con impacto limitado en el desarrollo estructural del país.

La pugna entre el Ejecutivo y el Congreso se intensificó con el Decreto 7-2025. Los diputados buscan autorizar que los fondos no ejecutados en 2025 se usen en 2026. El presidente vetó la medida; el Congreso la desestimó y avanzó. La tensión ahora condiciona la aprobación del presupuesto 2026.
El análisis 2016–2025 muestra un patrón claro: sin planificación estratégica, estudios técnicos sólidos ni proyectos intermunicipales, la inversión pública se fragmenta y pierde impacto. Mientras no se reforme el modelo, los CODEDE seguirán funcionando como instrumentos políticos, no como motores de desarrollo comunitario.







