La Secretaría contra la Violencia Sexual, Explotación y Trata de Personas (SVET) de Guatemala presentó el primer Estudio Exploratorio sobre las características del agresor sexual en el país, una investigación sin precedentes que busca comprender los factores que influyen en este tipo de crímenes para mejorar los procesos de prevención, intervención y justicia.
El perfil más común del agresor sexual condenado en Guatemala es el de un hombre ladino, de entre 28 y 47 años. El estudio revela que, aunque en menor medida, también hay una participación significativa de jóvenes adultos en estos crímenes.
El informe, realizado con un enfoque mixto, se basó en una muestra de 4,114 personas privadas de libertad por delitos sexuales. La investigación incluye datos del Sistema Penitenciario y entrevistas a expertos de Guatemala, Chile y España en psicología, criminología, trabajo social y jurídico.
Desde el punto de vista psicológico, los agresores presentan altos niveles de impulsividad, déficit metacognitivo (dificultad para autorregularse), psicopatía, trastornos antisociales, insensibilidad al daño ajeno, introversión y pobre desarrollo de habilidades sociales.
Además, comparten patrones conductuales como la dificultad para establecer relaciones sanas, justificación de la agresión culpando a la víctima, minimización de su responsabilidad y manipulación del entorno para ejecutar sus delitos.
Motivaciones y formas de agresión
Los delitos sexuales son cometidos, en la mayoría de los casos, por motivaciones relacionadas con el poder, dominio, deseo, ira, sadismo o venganza. Muchos agresores actúan de forma premeditada, utilizando distorsiones cognitivas y patrones de violencia aprendidos.
El estudio también identificó distintos tipos de agresores: aquellos que atacan de forma ocasional, reincidentes, agresores seriales y quienes no presentan un patrón claro. Las agresiones suelen ocurrir dentro del núcleo familiar, contra menores de edad y, en algunos casos, están asociadas con la distribución de pornografía infantil, pederastia o pedofilia.
El informe señala que la violencia sexual en Guatemala tiene raíces profundas en factores socioculturales y estructurales. En el entorno familiar predominan la negligencia, el abandono, los vínculos afectivos débiles y la violencia intrafamiliar. A nivel comunitario, existe una normalización del abuso, prejuicios que silencian a las víctimas y un sistema judicial que revictimiza.
En lo estructural, la SVET identificó como causas la pobreza, el bajo nivel educativo, la impunidad, la legitimación cultural de la agresión sexual y la transmisión intergeneracional de la violencia. Además, algunos agresores encuentran en espacios religiosos un mecanismo para evadir responsabilidad o acceder a víctimas.
Como parte de las recomendaciones, el estudio propone integrar en el Currículo Nacional Base contenidos educativos sobre prevención de violencia sexual para niños, niñas y adolescentes, reconociendo que el proceso de escolarización es fundamental en la formación de valores y límites sociales.
También se insta a crear programas penitenciarios y postpenitenciarios especializados para agresores sexuales, basados en modelos terapéuticos con evidencia científica que garanticen la no repetición y la rehabilitación efectiva.
