La reciente reforma constitucional que impulsó la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo tomó como referencia explícita varios principios esenciales de la Constitución de la República Popular China y adopta de manera directa el principio chino del “centralismo democrático”, un término acuñado por Lenin y heredado por los sistemas marxistas-leninistas, según el cual las decisiones del Estado deben tomarse centralmente y ser acatadas sin cuestionamientos por el resto de las estructuras políticas, según un análisis en el que contribuyó un experto nicaragüense especializado en política internacional y asuntos asiáticos.
El académico, exiliado desde 2018, advierte que aunque la Constitución nicaragüense ha copiado a China en algunos aspectos formales, la realidad política y económica hará que se asemeje más al modelo cubano: “una dictadura tropical atrapada en el tiempo y alejada de toda posibilidad real de progreso”.
En suma, mientras la República Popular China ha construido un modelo híbrido que combina autoritarismo político con una economía de mercado regulada capaz de competir globalmente, Nicaragua ha intentado imitar este sistema en teoría, pero está destinada a profundizar el fracaso económico, el aislamiento político internacional y la pobreza, producto del control familiar, la represión, la corrupción y la falta de apertura institucional y económica efectiva.
La República Popular China ha sido el único país que ha expresado públicamente su apoyo a la reforma constitucional totalitaria impulsada por los Ortega-Murillo, en medio de críticas generalizadas por parte de la comunidad internacional.
El embajador chino en Managua, Chen Xi, felicitó a la pareja dictatorial por la puesta en vigor de la reforma que, según organismos internacionales y grupos opositores, consolida un régimen dictatorial al concentrar el poder absoluto en la pareja presidencial.
En Nicaragua la aplicación del centralismo democrático se ha reducido a legitimar jurídicamente el poder personal de Daniel Ortega y Rosario Murillo, pareja presidencial que toma unilateralmente todas las decisiones importantes del país, a pesar de su avanzada edad, limitados estudios académicos y declive físico-cognitivo.
”Nicaragua está en un camino sin salida. Su Constitución imita aspectos del modelo chino, pero la aplicación práctica, los vicios de corrupción, el nepotismo y la falta de visión estratégica, inevitablemente la convertirán en una dictadura pobre y aislada, una Cuba continental con los mismos males y aún menos oportunidades”, explicó el académico consultado por Centroamérica360.
Sin embargo, “aunque el régimen de Ortega admira profundamente el modelo chino, en la práctica acabará convertido en una Cuba empobrecida, aislada y tropical”, señala el académico.

Derechos fundamentales restringidos
En lo que sí se asemejan ambas Constituciones es en restringir los derechos fundamentales. La Constitución china en teoría reconoce libertades de expresión, prensa, reunión y culto religioso, pero las limita severamente mediante disposiciones legales subordinadas a la seguridad nacional y la estabilidad social. Nicaragua ha optado por un discurso semejante, pero su aplicación ha sido mucho más arbitraria y politizada.
Desde abril de 2018, Ortega y Murillo han criminalizado la disidencia política, utilizando leyes penales ambiguas para justificar encarcelamientos masivos y expropiaciones masivas.
La dictadura nicaragüense también ha suprimido garantías esenciales de los derechos políticos y civiles mediante cláusulas ambiguas que permiten al régimen anular derechos individuales alegando supuestos delitos contra el Estado.
“En Nicaragua, cualquier disenso, crítica o manifestación política es interpretado constitucionalmente como un ataque contra el régimen. La Constitución está redactada para criminalizar a la oposición, eliminando así cualquier competencia política”, señala el académico.

De partido único a modelo familiar
Aunque la Constitución china también establece un sistema de partido único, la estructura institucional y burocrática del gigante asiático está muy lejos del modelo familiar impuesto en Managua.
“En China existe una dirección colegiada del Partido Comunista, que combina elementos tecnocráticos, estratégicos y generacionales. Nicaragua, en cambio, ha concentrado toda decisión en dos adultos mayores con evidentes limitaciones físicas y cognitivas, sin mecanismos institucionales que permitan la sucesión o la renovación de liderazgos”, explica el académico exiliado.
La Constitución de la República Popular China establece con claridad que es “un Estado socialista bajo la dictadura democrática popular dirigido por la clase obrera y basado en la alianza obrero-campesina”, y define al socialismo como “el sistema básico del país”, prohibiendo cualquier intento de sabotaje contra este orden.
Nicaragua ha seguido una senda semejante: en su reciente reforma constitucional, el Frente Sandinista es consagrado como partido rector de la nación, replicando la primacía del Partido Comunista chino, aunque careciendo de su estructura disciplinada y meritocrática y basado más en la fidelidad “casi perruna” de la fuerzas armadas y estructuras de represión y paramilitarismo.

Diferencias en concepciones económicas
Sin embargo, el especialista en asuntos asiáticos subraya diferencias profundas en la concepción económica que ambas constituciones establecen.
Mientras China impulsa una “economía socialista de mercado”, combinando la propiedad estatal sobre sectores estratégicos con una apertura controlada a inversiones extranjeras, Nicaragua está lejos de poder replicar esa estrategia.
La economía nicaragüense depende de manera crítica de Estados Unidos, principal mercado exportador y fuente vital de remesas, además del acceso a préstamos internacionales de instituciones financieras que responden en gran medida a la influencia estadounidense.
Esta dependencia no ha impedido al régimen de Ortega enfrentar directamente a Estados Unidos, país que ha sancionado a múltiples funcionarios sandinistas, incluida su familia, acusada de violaciones a derechos humanos, corrupción y persecución política.
A diferencia de China, cuyo peso económico global le permite contrarrestar sanciones internacionales con inversiones, créditos internos y desarrollo tecnológico propio, Nicaragua carece de tales mecanismos de resistencia económica y estratégica, advierte el académico.
Mientras China admite un sistema económico mixto, llamado oficialmente “economía socialista de mercado”, en Nicaragua el gobierno ha intentado sin éxito replicar un modelo similar, bajo una estructura que un académico denomina irónicamente como “capitalismo clientelista bajo control sandinista”.
La corrupción endémica, la ausencia de transparencia, y la inseguridad jurídica ahuyentan la inversión extranjera real y seria, limitando las posibilidades de éxito económico que sí han existido en China.

Constitución a medida de la dictadura bicéfala
Un aspecto central negativo de la nueva Constitución nicaragüense es cómo su texto está diseñado para legitimar jurídicamente la dinastía familiar de los Ortega-Murillo.
“La Carta Magna está pensada para institucionalizar el poder familiar”, sostiene. “Aunque toma elementos prestados del centralismo democrático chino y un control político similar al ruso, su espíritu es profundamente personalista y caudillista, más cercano a la tradición de Kim Jong-un en Corea del Norte o al régimen de los Castro en Cuba, donde la legitimidad emana del líder supremo y no de instituciones del Estado”.
La reforma constitucional de febrero de 2025 no solo blinda a Ortega y Murillo, sino que consolida aún más el culto a la personalidad existente desde años atrás.
Esta Constitución “profundiza una estructura vertical, autoritaria y sin contrapesos”, eliminando cualquier autonomía institucional en el sistema judicial, legislativo o electoral.
A diferencia de la Constitución china, que formalmente establece mecanismos de supervisión e incluso renovación de cargos cada cierto periodo, en Nicaragua estas garantías son inexistentes.
Finalmente, la Constitución sandinista no ofrece una salida real al aislamiento internacional.
Mientras China ha alcanzado importantes acuerdos estratégicos e inversiones globales gracias a su peso económico y diplomático, Nicaragua “está atrapada en un callejón sin salida, negociando en condiciones adversas acuerdos con China, pocos claros y ambiciosos que parecen empeñar el país a largo plazo con Pekín”.
A diferencia del gigante asiático, Nicaragua no cuenta con aliados estratégicos que puedan sustituir efectivamente la dependencia económica respecto a Estados Unidos, especialmente después de romper abruptamente relaciones diplomáticas con Taiwán, país que históricamente había financiado el desarrollo económico y social del país centroamericano.
“El futuro que le espera a Nicaragua no es la modernización socialista y la prosperidad relativa de China, sino la precariedad del modelo cubano: un país aislado, pobre y sostenido solamente por el férreo control político y la represión”, sentencia el académico especializado en asuntos asiáticos.