El pequeño Kilian Ramírez tenía solo nueve años cuando una bala perdida apagó su risa para siempre. La madrugada del 25 de diciembre, mientras dormía en su habitación, la guerra narco irrumpió en su hogar con la brutalidad de un destino que él nunca eligió. Su madre, en shock, sigue aferrándose a su almohada, buscando en el aroma de las sábanas la presencia de su hijo.
No es el único. En los últimos dos años, 106 personas que nada tenían que ver con las drogas han perdido la vida en medio de una violencia que se ensaña con los más indefensos.
Niños jugando en la calle, abuelos en la puerta de sus casas, adolescentes en una parada de autobús. Vidas truncadas en una guerra que no distingue edades ni sueños.
“Nos arrebataron lo más valioso”
“Nos arrebataron lo más valioso que teníamos. Mi hijo era un niño feliz, le encantaban los videojuegos y soñaba con ser futbolista. No es justo. No podemos vivir así, con miedo a salir, con miedo a dormir”, lamenta, entre sollozos, Natalia Zúñiga, madre de Kilian.
El dolor de esta madre es el mismo que sintió Katherine Vargas la semana pasada en San Ramón.
Su bebé de siete meses fue asesinado en lo que las autoridades describen como un “ajusticiamiento”. “¿Cómo le explico a mi corazón que ya no lo tengo en mis brazos? Que no volverá a sonreírme”, dice con la voz entrecortada.
Un país que se desangra
Costa Rica, la nación de la paz, la Suiza de América Latina, hoy es noticia mundial por la violencia descontrolada. Con una tasa de homicidios que ya alcanza los 17 por cada 100 mil habitantes, los barrios que antes eran tranquilos ahora son campos de batalla.
“El problema es que los jueces terminan soltando a los antisociales”, denuncia Mario Zamora, ministro de Seguridad Pública. Más de 25 mil personas han sido presentadas ante la justicia en lo que va del año, pero muchas regresan a las calles en cuestión de días.
Uno de esos casos es el de un hombre de apellido Calderón, con 221 informes policiales y aún en libertad.
Otro, el de Guzmán, con 187 antecedentes por homicidio, violencia contra mujeres y tráfico de drogas.
Ambos siguen caminando entre la gente, libres, mientras madres entierran a sus hijos.

¿Hasta cuándo?
Las calles piden justicia. Los barrios claman por paz. En medio de una confrontación política entre el Ejecutivo y el Legislativo, los costarricenses sienten que están solos en esta batalla.
Rodrigo Arias, presidente de la Asamblea Legislativa, lamenta la inacción del Gobierno. “Es triste ver cómo la seguridad no es una prioridad para el presidente Chaves. Las víctimas merecen algo más que discursos”, declaró.
Pero mientras el debate se estanca en el Congreso, la guerra sigue cobrándose más inocentes. Cada día, una madre se viste de luto. Cada semana, un niño deja su pupitre vacío en la escuela. Cada mes, una familia se rompe para siempre.
Y Costa Rica, la tierra del “Pura Vida”, se pregunta cuántas lágrimas más tendrán que derramarse antes de que la violencia deje de robarle a sus hijos.
Solo en 2023 hubo 907 homicidios; otros 880 se registraron en 2024 con más de 30 desaparecidos y ya 2025 registra una tendencia que amenaza con superar los últimos dos años de sangre y muerte.