Centroamérica está lista entre tradiciones para decirle adiós a un año marcado por escándalos políticos, la violencia, la crisis económica, la movilización masiva de ciudadanos, pero también de agradables sorpresas deportivas y con la esperanza de que el 2024 sea “un poco mejor” que este 2023.
Al ritmo del Año Viejo, la canción compuesta en 1953 por el colombiano Crescencio Salcedo pero inmortalizada por el mexicano Tony Camargo, los ciudadanos de la región acostumbran a pasar la medianoche en familia, entre comidas y bebidas y recibir el Nuevo Año con la esperanza de que traerá días mejores en una región en la que la pobreza y violencia ha marcado a generaciones.
En Guatemala se comen 12 uvas; en El Salvador pollo horneado; en Honduras tamales; en Nicaragua arroz a la valenciana; jamón en Panamá; y también tamales en Costa Rica. Es la tradición.
Cientos de salvadoreños se dirigen a diferentes zonas del interior para pasar las festividades de Fin de Año con familia y amigos, nosotros verificamos que se respete la tarifa del pasaje autorizada.#PlanFinDeAño pic.twitter.com/OfKtPElksI
— VMT (@VMTElSalvador) December 31, 2023
Los hondureños, purgan pecados y malos recuerdos quemando monigotes, imágenes hechas de papel que representan a algún personaje público que metió la pata (o la mano) en el último año.
La quema de pólvora, aunque cada año va a menos, acompaña la despedida del año y con ello hay algarabía, pero también emergencias por quemaduras.
Centroamérica está lista entre tradiciones para decirle adiós a un año marcado por escándalos políticos, la violencia, la crisis económica, la movilización masiva de ciudadanos, pero también de agradables sorpresas deportivas y con la esperanza de que el 2024 sea “un poco mejor” que este 2023.
Al ritmo del Año Viejo, la canción compuesta en 1953 por el colombiano Crescencio Salcedo pero inmortalizada por el mexicano Tony Camargo, los ciudadanos de la región acostumbran a pasar la medianoche en familia, entre comidas y bebidas y recibir el Nuevo Año con la esperanza de que traerá días mejores en una región en la que la pobreza y violencia ha marcado a generaciones.

En Guatemala se comen 12 uvas; en El Salvador pollo horneado; en Honduras tamales; en Nicaragua arroz a la valenciana; jamón en Panamá; y también tamales en Costa Rica. Es la tradición.
Los hondureños, purgan pecados y malos recuerdos quemando monigotes, imágenes hechas de papel que representan a algún personaje público que metió la pata (o la mano) en el último año.
La quema de pólvora, aunque cada año va a menos, acompaña la despedida del año y con ello hay algarabía, pero también emergencias por quemaduras.
En Belice, la fiesta llega con los carnavales en enero, preparación para una celebración mayor. El baile y la alegría, propia de la cultura caribeña, impera en el país menos poblado de la región.
De recuerdo quedan las imágenes miles de pobladores movilizándose para defender la democracia en Guatemala o para decirle no a un contrato millonario en Panamá, a millares de pandilleros arrestos en El Salvador, a una pareja de dictadores cuesta abajo atropellando de la forma más vil los derechos ciudadanos de todos los que no están con ellos en Nicaragua, a un presidente costarricense peleando sin cesar incluso con algunos de sus funcionarios mientras la violencia llega a niveles desorbitantes o a una presidenta hondureña peleando y atacando al país que más les ha apoyado para abrazar los regímenes de izquierda.
En fin, el 2023 se va y llega la esperanza de un 2024 con un poquito de más democracia, justicia y balance social para toda la región.