La historia de Margarita, una mujer mexicana de 80 años, refleja la incertidumbre que viven miles de familias en América Latina. Su hijo menor, indocumentado en Texas, envía dinero cada vez que puede, aunque menos que antes. La prioridad de la familia se ha desviado a cubrir gastos legales tras ser detenido en una redada de ICE, lo que redujo el dinero disponible para enviarlo a casa, según un reportaje de CNN.
De acuerdo al Observatorio de Migración y Remesas de la Fundación BBVA, los envíos hacia Centroamérica y el Caribe crecieron hasta un 20 % en lo que va de 2025.
Honduras, Guatemala, El Salvador y Nicaragua alcanzaron niveles históricos. Los especialistas explican que el alza no responde a mejoras económicas, sino al temor: los migrantes mandan más dinero ahora por miedo a no poder hacerlo en el futuro.
Manuel Orozco, del Inter-American Dialogue, señaló que muchos migrantes están enviando más de lo habitual, incluso recursos ahorrados, como medida preventiva. Esto ocurre sobre todo en comunidades de Guatemala, Honduras, Nicaragua o Venezuela, donde la falta de estatus legal aumenta el riesgo de deportación. La posible expiración del TPS para miles de inmigrantes también genera presión.
México, un caso diferente
En contraste, México muestra un descenso. El Banco de México reportó una caída del 4,6 % en remesas en mayo de 2025, tras más de diez años de crecimiento. Los analistas explican que la comunidad mexicana está más asentada en EE. UU. y con menos urgencia de enviar dinero, ya que muchos de sus hijos forman parte de una segunda generación en territorio estadounidense.
Otro factor que preocupa es la ley firmada en julio por Donald Trump que impone un impuesto del 1 % a ciertas remesas a partir de 2026. Proyecciones indican que las transferencias podrían caer hasta un 5 % en Nicaragua, 3 % en Honduras y 2 % en Guatemala. Esto afectaría directamente a familias que dependen de esos recursos para alimentación, medicinas y educación.
Las remesas representan un ingreso esencial para millones de hogares en Centroamérica y el Caribe. Los cambios en frecuencia y montos reflejan una realidad marcada por el miedo a la deportación, los costos legales y ahora la amenaza de impuestos adicionales.
Mientras México enfrenta una desaceleración, Centroamérica vive un auge que podría ser solo temporal, pues la presión migratoria y las medidas restrictivas en Estados Unidos ponen en riesgo la estabilidad de este vital flujo de dinero.
