En el último episodio de “Honduras: Tierra de intrigas y posts”, el presidente del Congreso Nacional, Luis Redondo, sacó la calculadora (y el corazón) y reclamó públicamente al candidato presidencial del Partido Liberal, Salvador Nasralla, su antiguo padrino político, una supuesta deuda económica y moral. En un arrebato digno de drama político con guion de serie turca, Redondo lanzó un mensaje directo al presidenciable: “Mirá, Salvador Nasralla, mejor devolveme todo el dinero que te presté confiando en tu honradez. No me has pagado”.
El reclamo subió de tono con acusaciones de “inestabilidad emocional” y “comportamiento histriónico”, mientras Redondo aseguraba que fue el único que creyó en Nasralla cuando nadie más lo hacía —una especie de San Judas Tadeo con faja azul y curul congresal.
Las únicas deudas que existen son:
1. las -alimentarias- que tenés con la hija que enviaste con un coyote a los Estados Unidos.
2. Las -morales- con tu esposa porque llevas a la otra a eventos públicos para restregársela en la cara.
3. Las -legales- porque has convertido el… https://t.co/Gs3S85Qqcd
— Iroshka Elvir Diputada (@IroshkaElvir) July 5, 2025
Pero en política, como en toda buena novela, nunca falta el personaje que entra con el fuego cruzado. Iroshka Elvir, diputada y esposa de Nasralla, respondió con artillería verbal digna de un stand-up comedy con dosis de realidad incómoda:
“Las únicas deudas que existen son:
- las alimentarias, con la hija que enviaste con un coyote a los Estados Unidos,
- las morales, con tu esposa porque llevás a la otra (amante) a eventos públicos,
- las legales, por convertir el Congreso en potrero de tu amo, el comandante”.
Así, el drama avanza, con más revelaciones personales que propuestas legislativas, y con la promesa de que el próximo 30 de noviembre habrá un “final de temporada” electoral. Mientras tanto, los votantes observan, entre risas, asombro y resignación, el nuevo capítulo del “teatro nacional” que cada día ofrece más giros que una serie de Netflix.
¿La política hondureña? Un lugar donde los discursos se pagan con votos… y las deudas, con tuits.