A menos de siete meses del inicio formal de la campaña electoral, Costa Rica se prepara para unas elecciones generales que pondrán a prueba la resiliencia de su democracia en un contexto marcado por la desconfianza ciudadana y un inédito nivel de dispersión partidaria.
El proceso culminará el próximo 1 de febrero de 2026, cuando el electorado elegirá al presidente de la República, dos vicepresidentes y los 57 diputados de la Asamblea Legislativa. Si ninguna fórmula presidencial alcanza el 40% de los votos válidos, se celebrará una segunda vuelta el 5 de abril.
El ambiente social que rodea estos comicios se caracteriza por un interés limitado en amplios sectores de la ciudadanía. Esta tendencia quedó de manifiesto en las elecciones municipales de 2024, cuando la abstención superó el 68%.
Analistas coinciden en que la apatía responde a una combinación de factores: la percepción de corrupción en la clase política, la fragmentación del sistema de partidos y la falta de liderazgos cohesionados en el oficialismo.
La polarización y la toxicidad en el discurso político, visibles en comicios anteriores, persisten como riesgos. La desinformación, la retórica de confrontación y la instrumentalización de las redes sociales configuran un escenario retador, aunque Costa Rica mantiene un sistema electoral confiable administrado por el Tribunal Supremo de Elecciones (TSE).
Fechas clave del proceso electoral
El TSE ya definió el calendario que marcará los hitos principales de la contienda:
• 1 de septiembre de 2025: inicio del período de actividades proselitistas y la rendición de informes financieros mensuales.
• 28 de septiembre: cierre del padrón electoral y ratificación de candidaturas.
• 1 de octubre: convocatoria oficial a elecciones e inicio de inscripción de postulaciones.
• 17 de octubre: fecha límite para inscribir candidaturas.
• 1 de diciembre: plazo para nombrar delegados de mesa.
• 16 de diciembre al 1 de enero: tregua navideña.
• 28 de enero de 2026: fin de publicación de encuestas y propaganda.
Este cronograma marcará la recta final de una campaña que se prevé altamente competitiva y fragmentada.
Diversidad de perfiles y propuestas
Los aspirantes que hasta ahora se perfilan presentan trayectorias y discursos contrastantes:
• Juan Carlos Hidalgo, analista económico y exconsultor internacional, fue confirmado en febrero como candidato presidencial. Su enfoque prioriza la disciplina fiscal, la apertura comercial y la modernización del Estado.
• Natalia Díaz, exministra de la Presidencia, se menciona fuerte desde junio. Su mensaje apuesta por la innovación tecnológica y la mejora de servicios públicos.
• Ariel Robles, diputado de izquierda, defiende políticas de justicia social y protección ambiental. Su candidatura será ratificada en agosto.
• Fabricio Alvarado, figura conservadora y líder evangélico, anunció el 9 de julio su tercera postulación presidencial con un discurso de fuerte crítica a la “clase política corrupta” y énfasis en valores tradicionales.
• Álvaro Ramos, Partido Liberación Nacional (PLN) economista y expresidente de la Caja Costarricense del Seguro Social (CCSS), se enfoca en disminuir la polarización política atizada por Rodrigo Chaves y unir a todos los sectores del Estado con un discurso de unidad.
• Joanna Bukele Handal, prima del presidente salvadoreño, genera atención mediática por posibles nexos con el “bukelismo”, aunque sus dirigentes lo descartan. Su agrupación se denomina Avanza y está en proceso de inscripción ante el Tribunal Supremo de Elecciones (TSE). Johanna Carolina Bukele Handal aparece en el comité ejecutivo del grupo en el cantón de Santa Ana. Su esposo, José Aguilar Berrocal, también ocupa un cargo, pero en Escazú.
Por su parte, el oficialismo, se ha lanzado detrás del Partido Pueblo Soberano y cuatro organizaciones pequeñas más que buscan el continuismo del presidente Chaves.
Debilitado por conflictos internos y sanciones del TSE tras las municipales de 2024, la organización no ha consolidado una candidatura clara. La diputada Pilar Cisneros ha anunciado que pronto se informará sobre las candidaturas.
Fabricio Alvarado: la candidatura más polarizante
El anuncio de Fabricio Alvarado marcó uno de los hitos recientes del proceso. Su tercer intento presidencial se caracteriza por un discurso confrontativo contra la política tradicional. Su mensaje mezcla referencias religiosas, denuncias de corrupción y un llamado a “recuperar Costa Rica”.
Alvarado alcanzó la segunda vuelta en 2018, perdió frente a Carlos Alvarado y obtuvo el tercer lugar en 2022. Su retórica genera adhesiones en sectores conservadores y rechazo en quienes lo acusan de utilizar la fe como plataforma política.
Como diputado, ha promovido debates sobre seguridad, educación y la eliminación de la doble postulación presidencial-legislativa, aunque él mismo se benefició de esa figura en 2022.
Impacto de la fragmentación política
La creciente cantidad de partidos —161 inscritos en 2024, más de 70 con participación municipal— refleja pluralismo democrático pero también síntomas de descomposición de estructuras históricas. Este fenómeno trae consigo consecuencias importantes destacadas ampliamente en medios y encuestas:
1. Gobernabilidad compleja. Ningún partido ha logrado mayoría legislativa en los últimos dos periodos. Las alianzas suelen ser frágiles, dificultando reformas fiscales y políticas públicas de largo plazo.
2. Desencanto ciudadano. La dispersión alimenta la percepción de que la proliferación de siglas responde a intereses personales más que a proyectos de país, lo que profundiza el abstencionismo.
3. Riesgo de populismo. La incapacidad de las fuerzas tradicionales de canalizar el descontento abre espacios a discursos simplistas, que explotan la inseguridad y el desencanto con la política.
4. Retos económicos y sociales. El alto endeudamiento público, el déficit fiscal y la inseguridad generan demandas que requerirán consensos parlamentarios difíciles de alcanzar en un Congreso atomizado.
Inseguridad y costo de la vida, ejes del debate
La inseguridad y el costo de la vida emergen como temas prioritarios según encuestas del CIEP de la Universidad de Costa Rica. El país experimenta un aumento en homicidios vinculados al narcotráfico y presiones sobre la capacidad estatal de proveer servicios de salud y educación.
Para los aspirantes presidenciales, presentar propuestas concretas y realistas en estos temas será determinante para conectar con un electorado cada vez más exigente y escéptico.
La campaña de 2026 se perfila como la más influida por plataformas digitales. El Tribunal Supremo de Elecciones ha expresado preocupación por la desinformación viral y la segmentación de mensajes a través de micropublicidad. Este entorno podría amplificar la polarización y dificultar el debate basado en propuestas.
Perspectivas hacia 2026
A medio año del inicio oficial de la contienda, el proceso muestra un escenario abierto. La combinación de viejas estructuras partidarias, nuevas fuerzas emergentes y un electorado reacio a participar configura una elección altamente incierta.
Los próximos meses estarán marcados por la definición de candidaturas en los partidos tradicionales, el despliegue de mensajes de campaña y la evolución de las encuestas de intención de voto. El principal desafío será reconstruir la confianza ciudadana y reducir el abstencionismo que se consolidó como la constante en la última década.
