¿Democracia sin partidos?

Por Juan Ramón Martínez, académico hondureño

Si la democracia es espacio de deliberación, —  para escoger entre varias opciones que atiendan los problemas de interés nacional–, la democracia es imposible sin la existencia de partidos. Por eso es que, al revisar la historia nacional, las “elecciones” en las que solo participó un candidato fueron menos democráticas que aquellas en qué, los electores optaron; y decidieron por una de las alternativas. Ahora bien, no a cualquier cosa se le llama partido. Para llamarse partido – dentro del esquema democrático – tiene que facilitar la participación; y la opción, entre varias alternativas, determinando el elector aquella que considera la mejor; o más cercana a sus intereses. Hace al partido propiedad de sus bases.

De acuerdo con estas reflexiones, es inevitable preguntarse si hay, ahora, en este momento, partidos políticos democráticos. La respuesta es no. Los que se llaman tales, no permiten la participación ciudadana; y sus autoridades no son elegidas democráticamente. El poder, en los partidos democráticos, se alimenta de sus bases; viene de abajo hacia arriba: municipio, departamento; y desde aquí a la cúpula capitalina. Con caridad cristiana podemos decir que lo que hay son:  “bandas”, pandillas, “cuadrillas”; no partidos políticos.

Ninguno de los partidos, tiene autoridades locales elegidas por los ciudadanos inscritos en los censos partidarios. En la ley electoral, votada durante el régimen de Villeda Morales, los partidos tenían como autoridad máxima la Convención que, se reunía una vez al año; y elegía a las autoridades llamadas Comité Central Ejecutivo – caso del Partido Nacional –  y Consejo Central Ejecutivo, en el Partido Liberal. Estas autoridades eran elegidas por los convencionales elegidos por los miembros del partido a nivel del municipio. Los convencionales, venían a Tegucigalpa. Aquí, elegían sus autoridades entre sus correligionarios más confiables; y además, siguiendo la instrucciones que les daban las bases municipales y departamentales.

Ahora, las elecciones internas son abiertas. De modo que personas sin pertenecer a un partido, pueden votar. Lo que es un contrasentido y una violación a los derechos de pertenencia y participación. Con el agravante que, además, cuando votan no saben quiénes son los elegidos, porque los nombres de los candidatos son secretos. No puede haber elección sino se sabe por quién votar. Así, en realidad se “puede” votar por un enemigo; o por una persona sin méritos para el cargo para el que se le ha escogido. Incluso, puede ser un criminal condenado. O un incompetente.

Los partidos ahora parecen más “Sociedades Anónimas”. La autoridad superior del partido surge del capricho del candidato que ha ganado en las internas, sin darle derecho de participación a las minorías siquiera, cosa que el Código Mercantil si garantiza. Por lo anterior es que un desconocido, es el Presidente del Partido Liberal: Roberto Contreras, que, además, no fue votado por los electores liberales para desempeñar ese cargo. Es decir que estamos ante un vicio de legitimidad. Igual cosa ocurre en el Partido Nacional. Nasry Asfura, que fuera el ganador de las elecciones primarias, se escogió a sí mismo para dirigir a su partido. Todo un contrasentido. Pura lógica de “propietario”.

Esta falta de práctica democrática, de ejercicio electoral y generación de la legitimidad desde la base hacia la cúpula, hace que se produzca un fenómeno perjudicial: que hayan proliferado los “caudillos” – sin fecha de caducidad – y que, entre los ciudadanos, miembros de un partido y el líder del mismo, no haya una relación de afectividad e identidad, sino que un acuerdo clientelar, en que uno se vende al otro; y le paga al que quiere que le dé algún apoyo o colaboración. En realidad, los partidos son “agencias de empleo”, oportunidad para hacer negocios. No son instrumentos para facilitar el desarrollo, por el ejercicio en los cargos públicos de los mejores, calificados y honestos ciudadanos.

Las debilidades de la política: Congreso, Fiscalía, Corte, FFAA y CNE, tienen que ver con la inexistencia de partidos políticos democráticos. Los diputados que deben ser elegidos por los ciudadanos del departamento, son seleccionados por los “dueños” de los partidos. Los ciudadanos no se sienten representados por los diputados. Algunos son enemigos; o, “compañeros” que consiguen cosas o arreglan asuntos; pero no son representantes a los que exigirles resultados. Las parálisis del Congreso no la resuelven los diputados, sino que los “caudillos” que pactan e intercambian favores entre sí.

Sin partidos no hay democracia. Sin democracia solo hay pobreza y vergüenza. Honduras es la nación más atrasada del continente. Una de las más pobres del mundo.

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