A patadas

Por Ariel Montoya, escritor y periodista nicaragüense exiliado.

dictadores de nicaragua y venezuela

Dictadores de Venezuela y Nicaragua, Nicolás Maduro y Daniel Ortega

Si hubiese un tribunal ético gramatical que juzgue a Javier Milei por sus supuestos exabruptos verbales y acusaciones directas a las maléficas castas del castrochavismo tropical y al comunismo mundial, este saldría airoso y victorioso comparado a los graves daños a la dignidad, la vida y los derechos humanos de miles y millones de personas afectadas por ese diabólico y fracasado sistema.

Milei, el exitoso presidente de Argentina en esta alucinante y promisoria era postperonismo kirchnerista, podríamos deducir que hasta se quedaría corto con su gramática acusatoria ante estos sistemas comunistas y sus derivados por tanta infamia cometida por ellos.  Incluyendo entre estos inclusive a muchas izquierdas caviar y vegetarianas, decantadas también en corrupción y fanáticas reverencias a criminales como Fidel Castro.

Estas castas, vale mencionarlo, no solo han sido malvadas, sino además delincuenciales e ineficientes. No pretendamos por lo tanto que el mundo vaya bien después del parto de Carlos Marx y la basura teórica aberrante que heredó   y la implantación del sistema comunista en la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), hasta nuestros días de castrismo, madurismo, zelayismo, orteguismo, masismo boliviano, morenismo a la mexicana,  socialismo español o esclavismo comunista chino teñido de capitalismo provechoso. Para citar a algunos.

Esta era con mandatarios como la italiana Giorgia Meloni, Donald Trump, la ultraderecha alemana y el propio Milei, son estadistas políticos que debieron haber llegado desde mucho tiempo atrás.

Ellos junto a otros están generando un nuevo orden mundial contrapuesto a la atorrante mitología estatista, marxista ideológica, cultural y globalizante como la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y con figuras mentalmente desquiciadas como George Soros, partidario del socialismo del Este de Europa, promotor de crisis migratorias mundiales y financista de la izquierda en general, enemiga acérrima de Estados Unidos.

Si bien es cierto que en la derecha ha habido corrupción y errores, en algunos casos, esta no trasciende a los abismales daños del comunismo ni de las izquierdas voraces.

Es en estos regímenes donde se han enquistado auténticos delincuentes públicos, quienes han hecho de la política un modus  vivendi, retroalimentando los beneficios de los contribuyentes legítimamente destinados a la ciudadanía, para el enriquecimiento exclusivo de ellos, de sus castas, compuestas por sus familiares cercanos, allegados, cancerberos, policías, militares y sapos de migajas.

Para este acertado humanista de la ultraderecha, quien desde sus días de campaña presidencial incendió al electorado y a la opinión pública con sus discursos sobre la frustrada yugular estatista, habiéndose fundamentado a fondo sobre las derruidas economías marxistas populistas y más aún, sobre la de su país, acentuando con más razonamiento lo ya sabido por todos: Que los únicos enriquecidos habían sido los políticos de la casta kishnerista.

“Soy un outsider, vengo al sistema a romperlo, a terminar con el statu quo y a sacar a estos delincuentes a patadas en el traste”, aseguró y lo está cumpliendo.  Y en efecto está generando cambios trascendentales tanto en la neuro-conciencia de cada argentino, aun hasta en los más fanatizados izquierdistas como en la economía y finanzas. Eso es lo que necesitamos en los países atrapados por la tormenta castro chavista.

Maduro no quiere irse, Ortega tampoco, Xiomara Castro grita que viva el socialismo, Petro cada vez más fumado diciendo sandeces y Castro y Díaz-Canel siguen extorsionando a los países socios del Siglo XXI no habiendo sido ninguno de ellos puestos en esos cargos por voluntad popular.  Milei tiene razón al gritar que  saldrán a patadas.

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