Songdo, en Corea del Sur, fue construida desde cero cerca de Seúl y es uno de los ejemplos más claros de “ciudad inteligente”. Sensores y sistemas automatizados regulan el tráfico, los residuos y el consumo energético, con servicios urbanos coordinados digitalmente para ganar eficiencia y transparencia.
Masdar, en los Emiratos Árabes Unidos, apuesta por reducir al mínimo la huella ambiental. Ubicada en las afueras de Abu Dhabi, funciona con energías renovables, prioriza la energía solar y utiliza diseños arquitectónicos pensados para climas extremos, con bajo uso del automóvil.
Singapur combina desde hace años innovación tecnológica y cuidado ambiental. Espacios verdes integrados a la ciudad, transporte público eficiente y sistemas avanzados de gestión del agua la convierten en un modelo de equilibrio entre desarrollo y calidad de vida.
Copenhague, en Dinamarca, se propuso ser la primera capital neutra en carbono. Para lograrlo, impulsó una red masiva de ciclovías, transporte público limpio, reciclaje intensivo y edificios con estándares energéticos sostenibles, junto con una fuerte participación ciudadana.
Toronto, en Canadá, explora el futuro con el proyecto Sidewalk Toronto, que busca crear un barrio inteligente en su zona portuaria. Sensores y análisis de datos permiten optimizar movilidad, energía y calidad ambiental, con edificios modulares y espacios verdes como eje central.
San Francisco, en Estados Unidos, consolida su perfil innovador con avances en movilidad eléctrica, vehículos autónomos y viviendas inteligentes. La colaboración entre startups, autoridades y ciudadanía mantiene a la ciudad como un laboratorio urbano para los desafíos del siglo XXI.