En Guatemala un millón de artesanos mayas sostienen el sector textil tradicional, pero 70% trabaja en informalidad

Los textiles mayas, uno de los patrimonios vivos más valiosos de Guatemala, sostienen el ingreso de cerca de un millón de personas artesanas, en su mayoría mujeres, pero enfrentan desigualdades, informalidad y desafíos ambientales que frenan su potencial.

Más del 70% de los textiles tradicionales son realizados por mujeres.

Un estudio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) revela el peso económico, cultural y social del textil maya en Guatemala. No es solo una artesanía: es una cadena productiva que conecta identidad, turismo, economía rural y saberes ancestrales que siguen vigentes en pleno siglo XXI.

El informe recuerda que el 35% de la población guatemalteca se autoidentifica como maya, un dato crucial para entender por qué los tejidos y especialmente la indumentaria tradicional siguen siendo parte cotidiana de la vida en el altiplano. Este conocimiento se transmite de generación en generación y constituye un recurso productivo que no se ha perdido. Esto sucede pese al avance urbano.

Pese a su valor cultural, el sector funciona principalmente en áreas rurales marcadas por la informalidad. Las artesanas producen desde sus hogares o pequeños talleres, sin contratos, sin acceso a seguridad social. Sus ingresos dependen de intermediarios que capturan la mayor parte del valor comercial.

El documento expone un problema estructural: la falta de datos oficiales. Aunque se estima que un millón de personas dependen del sector artesanal y que el 70% son mujeres tejedoras, no existe un registro nacional. No se puede identificar con precisión cuántas MiPyme operan, cuánta producción generan o cuánto aporta este sector a la economía.

Muchos de los tejidos se venden para ser comercializados en el extranjero.

En el mercado interno, los textiles mayas se dividen en tres grandes categorías: la indumentaria tradicional; las artesanías orientadas al turismo; y los productos de exportación, especialmente piezas decorativas y de moda. Cada una implica técnicas, costos y normas de calidad distintas.

La cadena productiva inicia con la compra de hilos, mayormente importados. Continúa con el teñido (a menudo artesanal y con impactos ambientales), el tejido en telar de cintura o de pedal, el diseño y los acabados. Finalmente, culmina en la comercialización en mercados locales, ferias, tiendas turísticas o exportadoras.

Aunque el impacto ambiental del tejido manual es bajo, el estudio advierte que existen riesgos en el teñido artesanal por la ausencia de protocolos de seguridad. Existen también emisiones vinculadas al transporte de materia prima y productos terminados. Guatemala produjo en 2022 19,4 millones de toneladas de CO₂ equivalente. Aunque la artesanía es mínima dentro de esa cifra, la transición hacia prácticas verdes es un reto transversal.

El turismo aparece como un motor creciente: en 2024 ingresaron más de 3 millones de visitantes, muchos de ellos atraídos por el patrimonio cultural del Altiplano Maya —Sololá, Quetzaltenango, Totonicapán y Quiché—. La compra de textiles y la visita a talleres comunitarios es parte habitual de la experiencia.

El estudio revela que las artesanías son fundamentales en la atracción de turistas en Guatemala.

Sin embargo, las artesanas continúan en desventaja dentro de la cadena turística. El informe detalla que, aunque sus piezas son esenciales para la experiencia del visitante, no existe integración laboral con las empresas del sector, y la venta se hace de forma individual, informal y con márgenes bajos.

El estudio subraya que la saturación de productos tradicionales y la baja diversificación dificultan la competitividad internacional. Los mercados europeos exigen estándares estrictos, como la prohibición de colorantes azoicos o normas específicas de etiquetado, que muchas productoras aún no pueden cumplir.

Aunque los precios pueden ser elevados en el extranjero, un camino de mesa puede venderse hasta en 75 euros. Sin embargo, el ingreso que reciben las artesanas en Guatemala sigue siendo reducido. Las ganancias reales se concentran en las exportadoras, boutiques o intermediarios del sector turístico.

El informe concluye que fortalecer la cadena requiere formalización, acceso a financiamiento, capacitación en diseño y comercialización, innovación verde y articulación con el turismo sostenible. En otras palabras: convertir el textil maya en una industria cultural competitiva sin perder su esencia ancestral.

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