José Francisco Aguilar León, originario de Guatemala y próximo a cumplir 90 años, protagonizó una emotiva historia al participar en los Juegos Mundiales Másteres 2025 en Taiwán. El veterano atleta viajó miles de kilómetros no solo para competir en pista, sino para abrazar a su nieto Javier León, quien vive y estudia en el país asiático.
Con una gorra del famoso templo “Puyan Shunze Palace”, el abuelo José captó la atención del público en el estadio, donde compitió en cinco pruebas: 100, 200, 400, 800 y 1,500 metros. La prenda, un ícono entre los corredores de fondo gracias al triatleta Gustav Iden, unió simbólicamente a Guatemala, Noruega y Taiwán en una sola pista.
La historia de este atleta máster comenzó a los 54 años, cuando decidió unirse a una asociación de corredores veteranos. Desde entonces, ha competido durante más de 30 años en eventos internacionales, manteniéndose firme como un ejemplo de longevidad deportiva y perseverancia.
“No tengo ningún favorito”, dijo cuando se le preguntó qué prueba disfrutaba más. Para él, lo importante no es la distancia, sino seguir corriendo, mantenerse en pie y seguir avanzando paso a paso. Su nieto Javier, también deportista, reveló que el regalo de la gorra fue un homenaje. “Taiwán tiene una energía muy especial”, dijo mientras lo veía cruzar la meta.
Javier León, quien ha residido en Taiwán desde sus años universitarios, vive cerca del Taipei Arena. Desde allí ha participado en competencias como el Maratón de Taipéi y la Universiada. Pero ninguna jornada había sido tan especial como ver correr a su abuelo en la misma pista donde él mismo ha hecho historia.
El momento culminante fue cuando José cruzó la línea de meta. Javier, conmovido, corrió hacia él, lo abrazó con fuerza y le dio un beso. Aquella imagen simbolizó más que una victoria deportiva: fue el encuentro de dos generaciones unidas por el deporte, la familia y la pasión por correr.
La participación de José Aguilar León en los Juegos Másteres también subraya la importancia de la actividad física en la tercera edad y cómo el deporte puede conectar culturas, generaciones y países. Su historia resuena como un mensaje poderoso: mientras puedas seguir caminando, siempre habrá una meta por alcanzar.